Y cuando ya no haya dinero para repartir…
Debe cancelarse el predominio del autoritarismo salvaje sobre nuestro modo de vida. Ya es tiempo de pasar página a una cascada de incoherencias y errores de gobierno improvisado que manipulan violentamente a una gran masa de desheredados. El pueblo está realmente indignado por las mentiras que se hornean a diario desde la cúpula del poder.
Todos los argumentos en contra del despotismo presidencial han cobrado realidad desde los juicios de Brooklyn a El Chapo Guzmán. El permiso para matar a más de medio millón de mexicanos previo los moches entregados por los carteles delincuenciales de la droga a los últimos seis mandatarios, lo ha hecho más que evidente.
El colmo de ese estado de cosas es la sarracina y las masacres que a diario observamos en los caminos del país, la virtual exoneración de Ovidio Guzmán y la boda de la hermana, vigilada y encubierta a plena luz por todo tipo de autoridades federales y locales, aunque el Pentágono y la Casa Blanca de Washington hayan dado la orden de exigir la presencia de los marinos en este zipizape del narcotráfico. Gracias a ello, los marinos se sumaron al arrase de los derechos humanos.
La protección y complicidad de los presidentillos que hemos sufrido con las mafias delincuenciales de asesinos no alberga duda alguna. La exigencia sigue siendo que la Nación recupere lo robado para ponerlo al servicio del pueblo. Lo primero es limpiar la casa común, recuperar la dignidad perdida y establecer de una vez por todas el arribo a nuevas etapas históricas.
Robar y matar, caracterizan a los últimos presidentitos mexicanos
Todo esto no puede quedar impune, así como tampoco debemos absolver prima ratio a los que juegan con nuestro presente y nuestro futuro. Nuestro escenario político sólo puede retratarse a partir de crónicas chuscas que revelan lo profundo de la descomposición física y moral del país.
Robar y matar, los dos verbos que caracterizan a los últimos presidentitos mexicanos –incluyendo al actual– con los cuales se han caracterizado ante sus pares del mundo, cobra hoy un costo dantesco, execrable, macabro, que nos está haciendo descubrir mayores horizontes de miseria y de ignominia. El lugar sin límites de lo que ya es raro encontrar en otras regiones del planeta.
Todo ha caído por su propio peso, después de que han salido a relucir las conexiones de los narcotraficantes con absolutamente todos los presidentillos, las claques de favoritos, civiles y militares de altísima graduación y funcionarios que los han acompañado en sus rapiñas sexenales.
A la ignorancia y estulticia se suma la corrupción desenfrenada
Para el Caudillo de la Cuarta Transformación, todo aquél que reclama por sus derechos y por las garantías de los demás es un conservador, un fifí que representa los peores intereses y, de inmediato lo relaciona con el racismo, el clasismo y el aspiracionismo mal fundamentado. Es el pan de cada día. Y de ahí se desata una cacería de cuatroteros enajenados contra luchadores sociales.
El desprecio a México ha sido proverbial, emblemático, obsceno. Los mandarines, en medio de pompas, excesivos actos protocolarios, faramallas seudo cívicas, ostentaciones rocambolescas propias de monarquías decadentes, ejercen desmedidamente el poder de robar y matar. Escriben la historia a su leal entender.
El desprecio a México, la falta de una idea de país, la ausencia de un mínimo programa sensato de gobierno y de emoción social para dirigir a nuestra nación gobernada por farsantes e impostores ha dado al traste con cualquier posibilidad de justicia, estabilidad y desarrollo.
Máxime, cuando a la ignorancia y a la estulticia se ha sumado la corrupción desenfrenada. Así no se puede. Es un coctel explosivo. En el círculo cuadrado del sistema, los funestos resultados del presidencialismo convocan a ser sensatos por última vez en estos doscientos años de desazón y birlibirloque contumaz.
Presidentes empoderados para traicionar los valores de la patria
El llamado Presidente, Jefe de Estado y de Gobierno, electo por una minoría de votos, arropado por las comparsas bien pagadas de los medios a modo que hacen su parte. Él cumple con entonar cariacontecido cien veces diarias el himno nacional y prometer el paraíso terrenal para los hambrientos cercanos y lejanos, para los mancillados del reino.
El llamado presidencialismo con doscientos años de desastrada existencia, sólo ha servido para el denuesto, para confirmar la falibilidad de los hombres en que se depositan facultades demenciales. El entramado jurídico, las bases constitucionales del sistema…
… dividido en tres poderes: el Ejecutivo y otros dos que no sirven para maldita la cosa, sustenta la verdad de un orden que descansa esencialmente en las paupérrimas neuronas y gastados nervios de un ser manipulado y borrado constantemente del escenario chusco.
Un presidente tradicional con trastornos neuropsiquiátricos, afectado constantemente de sus facultades de aprendizaje, memoria y falta congénita de reacción ante lo importante y urgente. Un Ejecutivo super poderoso e inatacable, jefe de Estado y de Gobierno que no ata ni desata. Generalmente equivocado para fallar en favor del pueblo. Absolutamente empoderado para traicionar los valores de la patria.
Suicida, depender políticamente de manos de un enfermo mental
El presidencialismo ha sido un sistema político que ha girado en torno de una fantasía impopular. Presidentes omnipotentes e imperiales que no han respondido jamás ante la Nación, que no han sido tocados ni con el aroma de una flor en sus desaguisados, derrotado ante el temor reverencial y sus fantasmas del pasado. Dolencias y afectaciones personales que hoy nos cobran un carisma factura.
Seguir dependiendo de un poder en manos de un enfermo, es realmente suicida para la supervivencia nacional, para el cuidado de su patrimonio colectivo y para el ejercicio mínimo de libertades públicas. Complicitado con la delincuencia aunque tenga que desaparecer a todos, mientras más encasquillado y reelecto, mejor.
Recursos para construir sucursales bancarias y no para la salud
Las decisiones de todos los días constituyen verdaderas traiciones a la patria. Como ésa última de saquear el presupuesto de la salud pública, derecho humano fundamental, garantía individual establecida, para darle veinte mil millones a la milicia y les otorgue la concesión de construir banquitos del bienestar en toda la República. Un derroche demoníaco.
Un Presidente absolutamente desconocedor del Derecho y del espíritu de la ley y de la justicia pasa por encima de un pueblo hambriento y desesperado.
¿Hasta cuándo será que el pueblo pobre aguante esta situación?
No tienen nombre todas las decisiones maníacas que se han tomado. Diario nos sorprende una mayor y más violenta.
Hasta que el presupuesto, y no los poderes de la Unión ponga un hasta aquí a todas las marranadas.
Hasta que el pueblo empobrecido y desvalijado no aguante una más.
¿Será la falta de recursos lo único que pueda salvarnos de estos salvadores?
Porque cuando el dinero se acaba, el amor sale por la ventana.
¿No cree usted?