
Este es el impacto de la Guerra Comercial de Trump en el Mercado de Bonos
abril 15, 2025
La guerra comercial del presidente Trump, lanzada en el llamado “Día de la Liberación”, se topó rápidamente con una fuerza más poderosa que las represalias del extranjero: el mercado de deuda pública de EE.UU., con valor de 27 billones de dólares. Conforme subieron los rendimientos y se redujo la liquidez, el mercado de bonos comenzó a lanzar señales de alerta. Una subasta débil de notas a 3 años marcó la pauta, justo cuando se aproximaban las colocaciones a 10 y 30 años. Ya fuera por cálculo político o por presión del mercado, Trump optó por tomar la salida de emergencia y pausó los aranceles por 90 días.
Para entender lo que se avecina, conviene tener en cuenta las restricciones a las decisiones de política económica:
— Los aranceles siguen afectando el crecimiento y la inflación. A pesar de la pausa, todavía están vigentes aranceles muy sustanciales. Su permanencia puede seguir presionando a la actividad económica y alimentar las presiones inflacionarias.
— Estados Unidos tiene una posición estratégica débil en la guerra comercial global. Enfrentarse con sus principales socios comerciales —quienes además financian su deuda— es particularmente riesgoso cuando hay un déficit fiscal amplio y ningún plan creíble para corregirlo.
— China sigue siendo el epicentro del conflicto. Pekín ve las medidas comerciales de EE.UU. como parte de una estrategia más amplia de contención. Aunque la economía china enfrenta sus propias presiones, su liderazgo ha mostrado una alta tolerancia al daño económico. En contraste, Trump tiene un horizonte político más corto, determinado por las elecciones y el ánimo del electorado.
— La supremacía del dólar no es invencible. La guerra comercial ha introducido dudas sobre la permanencia y atractivo del dólar como reserva de largo plazo. Aunque su estatus se apoya en mercados de capital profundos y confianza global, los intentos agresivos de reducir el déficit comercial podrían alterar ese equilibrio, sobre todo si promueven una desglobalización prolongada.
— El margen de maniobra de la Fed es limitado. El banco central sigue enfocado en combatir la inflación y podría resistirse a relajar la política monetaria de forma agresiva. Si el mercado laboral se debilita, un recorte de 25 o hasta 50 puntos base es plausible, pero es poco probable que Powell ofrezca una total recompensa monetaria ante el impacto económico derivado de las tensiones comerciales.
La relación riesgo-recompensa del conflicto arancelario está empeorando. La decisión más racional sería seguir buscando salidas: asegurar “tratos” puntuales, obtener concesiones simbólicas y reducir el riesgo mediático relacionado con China. Algunos aranceles podrían permanecer, otros podrían relajarse o negociarse. Esta estrategia permitiría obtener avances moderados sin agravar el costo económico— lo cual quizá fue la intención desde un principio.
Hoy los mercados se concentran en dos frentes: la evolución de las negociaciones comerciales y el paquete presupuestal en el Congreso. Las expectativas de que un estímulo fiscal pueda contrarrestar el golpe de los aranceles se han desvanecido. La reciente volatilidad en el mercado de bonos ha reflejado la preocupación por el déficit al alza. De hecho, las noticias sobre las perspectivas del avance del paquete presupuestal contribuyeron a un aumento del rendimiento de los bonos a largo plazo.
Los inversionistas en renta fija deben mantenerse atentos. Los bonos del tesoro ofrecen liquidez y protección en ciclos bajistas, pero esa protección se debilita cuando hay presiones inflacionarias o se cuestiona la credibilidad fiscal. El comportamiento reciente de los precios sugiere que el propio mercado de deuda estadounidense podría convertirse en una fuente de inestabilidad—un riesgo que hoy parece más real que lejano.
Los inversionistas deben exigir una prima adecuada por alargar la duración. En mi opinión, estoy a favor de la parte intermedia de la curva; los rendimientos por debajo de 5% en el tramo largo no justifican la volatilidad.
Mi posicionamiento en bonos parte de la convicción de que las presiones inflacionarias estructurales son reales—impulsadas por la demografía, las prioridades en materia de seguridad nacional, y la necesidad de inversión masiva en infraestructura y cambio climático. Estas dinámicas presionan a las finanzas públicas y mantienen las tasas reales en niveles elevados por más tiempo. Los aranceles no resuelven estos desafíos. La única solución sostenible es un plan fiscal serio—basado en esfuerzos creíbles para incrementar la recaudación y controlar el gasto. Hasta que eso ocurra, mi perspectiva de los bonos se mantiene sin cambios.