AMLO es quien nos divide, nos polariza

febrero 20, 2020

Ofende al sentido común la serie de zarandajas que se dicen respecto de la condición estructural del país: mientras el Banco de México opina que durante el presente año el producto interno bruto bajará más que en 2019 y que la inflación será mayor, lo que dibuja un paraje de estancamiento y recesión, el Caudillo sigue con el retintín ilusorio que no hay más allá del tronido de sus chicharrones.

Esa necedad, por cierto demagógica y falsa de que «aquí poderoso
caballero ya no es don dinero» y esa otra de que el poder político debe
someter al poder económico, es basura producto de inconsciencia,
hambre de poder, corrupción y supina ignorancia, sobre todo en un
país asentado y construido sobre las bases de participación de la
economía mixta.

El país no está polarizado en lo político. Si alguna vez, hace meses, lo
estuvo, fue porque los mexicanos quisieron dividir hasta por la mitad
su intención de voto, en busca de otra opción más sensata. Ya vimos
que no: sólo el 30 y pico por ciento del padrón votó en el 2018 por
Morena, aunque se empeñen en decir que fue más de la mitad de los
electores, falso.

Con el 30 por ciento de los votos se ha querido erigir y establecer para
siempre un pensamiento único, monocorde, un afán absolutista de
mando dictatorial que no aceptará jamás equivocarse, porque hay
quienes siguen atizando esa farsa de apoyo popular de un tercio para
convertirla en mayoría absoluta. Nada más falso, reitero.

A diario atenta contra la estabilidad y contra la gobernabilidad.

El populismo demagógico es el que amenaza dividir por mitades la
opinión política de los mexicanos. En la cruda realidad se ha comprobado el rechazo absoluto de la sociedad pensante a los afanes despóticos del nuevo o viejo régimen, según usted quiera verlo.

Las cifras son contundentes, hasta en las encuestas pagadas que ya no saben cómo esconder la mano y los grandes recursos recibidos del gobierno. Hay noventa y tres mil millones de pesos en la caja chica del
polarizador que deben ser investigados hasta dónde tope.‎ Con cinco millones de votos en favor de Morena, que es lo que queda, no se pude construir una forma desastrosa de gobierno.

Si la polarización de todo el país no existe, ¿dónde se encuentra el germen de este virus político y económico que atenta contra la estabilidad y contra la gobernabilidad? La respuesta es clara: está en los dicharachos infames de quien tiene el poder casi irrefutable por sus seguidores cuatroteros.

Desinversión por las amenazas desde el SAT y el Poder Judicial

La polarización del país se da solamente en torno de quien manda. Es la necedad simple y llana la que polariza, pero en torno de él, solamente de él. No porque la polarización esté causada por una visión ideológica diferente, no en torno de programas públicos que son exactamente los mismos fallidos de siempre, sino por la manera de esgrimir argumentos insensatos que sólo generan incertidumbre y miedo.

El país no está polarizado, el que insiste en polarizar es el que manda.

Es la triste y penosa realidad. Al que le conviene este estado de cosas para seguir en el pandero, asustando con el petate del muerto de que el país no tiene otra salida. Y se aferra en seguir alimentando grupos de fanáticos que defienden sus posturas por un hecho innegable: la necesidad, el hambre, la desesperación de esas formaciones anodinas.

A base de sandeces, cada vez son más los mexicanos productivos que se niegan a invertir, por las amenazas y las medidas que desde el Poder Judicial y administrativo pueden tomarse contra sus iniciativas de creación de empleos, fortalecimiento del mercado interno y elevación de la productividad.

Porque el país de un solo hombre sólo existe en su cabeza, más dura que una piedra de moler chile, envanecida por la posibilidad de que cualquier imprecación, cualquier bravata, cualquier lanzada, puede mover al SAT y a todos los mecanismos de poder en contra del patrimonio personal de todo aquél que trate de enfrentarse a sus caprichos.

La iniciativa privada no regresará en lo que resta del sexenio
‎La iniciativa privada está muerta. Ya ni falta la esquela de defunción
para confirmarlo.

Si, tradicionalmente, de cada diez pesos invertidos
para el desarrollo, siete corresponden a lo que puede aportar la
empresa y el emprendedor privado, desde ahora pude sostenerse con
el mayor grado de certeza, que esto ya no tiene remedio.

La iniciativa privada no regresará en lo que resta del sexenio fatídico a
una sola de las convocatorias de inversión. Gracias a él, al
mandatario, al empleado público de los mexicanos que se dedica
diariamente a polarizar a la población. No porque el país esté
polarizado, sino porque el que polariza tiene los instrumentos para
castigar a quien lo haga o no lo haga, dependiendo del momento.

El PIB descenderá fatalmente; la inflación repuntará como nunca
El producto interno bruto del país ha sufrido la peor asonada, desde
que se tiene memoria estadística. La inflación repuntará a niveles
nunca vistos, porque no hay nada más caro que lo que no se puede o
no se quiere comprar. No hay país más quebrado que aquél que no
tiene la confianza de la gente para salir adelante.

El producto interno bruto tiende a descender fatalmente a niveles de
menos cero y sus dígitos correspondientes, mientras esté en el poder
el enemigo sustancial de la innovación, de la seguridad, de la salud,
del desarrollo, del progreso. Nadie sabe a qué se refiere cuando
masculla sus invectivas. Seguramente se equivocó de país. Y todo por
no estudiar.

Hoy prevalecen chantaje, soborno, amenazas, concusión ilegal
Los que están perdidos son los ignorantes que no saben ni a qué le
tiran en este panorama de desesperación y de furia ciudadana. No es
sólo la frustración de saber que un régimen supuestamente popular haya tomado el camino fácil de rendirse a la delincuencia organizada, no.

Es la absoluta seguridad de que varios de los procedimientos utilizados por los gangs de la droga han sido puestos en práctica para gobernar. El chantaje, el soborno, las amenazas, la concusión ilegal y
la falta total de respeto al Estado de Derecho prevaleciente y a todas
las normas jurídicas constitucionales han puesto al país en el filo de un
torbellino petulante, inaudito, incomprensible.

‎Y en ese terreno pantanoso e ilegal, no hay quien pueda salvarnos.
Por un lado, el estancamiento y la inflación y por otro la absoluta
seguridad de que quien los provoca es el mismo que amenaza. En el
concierto internacional también ya se perdió la confianza en apoyar a
un régimen vindicativo, a un mandarín empeñado en el fracaso.

¡Que lo paren!… antes de que sea tarde y esto termine peor
México está solo, en medio de una avalancha de ineptitud que corroe
los fundamentos de su vida. Y hay un hombrecito que sigue
polarizando, como si tuviera la varita mágica del destino, gracias a su
terquedad infantil, causada por no sabemos cuántos problemas de
maltrato emocional y psicológico.

El que polariza es un energúmeno de tres al cuarto. Una persona
febrilmente empoderada, que cada vez pierde más adeptos, que tira
por la borda la confianza, que destruye miserablemente las bases de
la identidad nacional.

Alguien o algunos deberán pararlo, antes de que sea tarde y el asunto
deba correr a cargo de algún pabellón de la especialidad.
¿No cree usted?