AMLO no era lo que necesitaba el país

marzo 11, 2020

Desesperada por la enorme corrupción del peñato y por el inútil y estúpido derramamiento de sangre del calderonato, la población le entregó todo el poder al Caudillo. En un acto electoral arrebatado le confió todo: los bártulos políticos, legales, constitucionales, jurídicos y económicos, confiando en un masivo acto de fe en la buena conducción. Jamás se imaginó que empollaba el huevo de un problema mayúsculo, en lugar de una solución.

A golpes de voluntad simple y capricho pertinaz pretendió creer que este país se manejaba como un patrimonio personal y en lugar de las soluciones masivas impuso una manera de gobernar que no es para todos, ni democrática, ni transparente. Caímos en el despotismo liberal inconexo, que tantos desastres ha causado.

‎Atolondrado, como pollo sin cabeza, el mandatario mexicano vaga desde el supuesto poder comunicativo de “las mañaneras”, normalmente por los montes de Ubeda. Cuando no puede evadir los grandes problemas, monta en sus caravanas blindadas a recorrer los pueblos más alejados, en un intento de acercamiento popular también frustrado.

Podría afirmarse que va a la provincia a esquivar, a eludir sus graves responsabilidades, mientras deja a sus secretarios al mando de todas las tormentas. Ya habrá una “mañanera” para explicar o tratar de hacerlo, sus “otros datos”, normalmente desvinculados de la realidad que el pueblo exige conocer y evaluar.

No puede decirse que conoce el país, a pesar de haberlo transitado decenas de veces, porque hasta la fecha no conoce la interrelación entre las cadenas agroindustriales, económicas y productivas que enlazan las regiones geográficas. Él va a lo suyo: los antojitos locales y la elusión a la opinión pública. El que venga atrás que arree.

Ni déspota ilustrado, ni estadista, ni reformador social

Tiene del país una peculiar visión de viajero, superficial y con ingredientes caprichosos. Es parte de su voluntarismo gubernativo. Las soluciones estructurales brillan por su ausencia, y el país se conduce con grandes dosis de latencias y de ocurrencias al canto, siempre al modo de los acontecimientos que lo asaltan.

No puede decirse de él que es un déspota ilustrado, ni un estadista, ni un conductor de naciones, ni reformador social, ni un gran transformador de las realidades de miseria que atosigan a este país profundamente, abismalmente, desigual.

Es, ciertamente, un político criollo, de corte autóctono, de perfil rural, formado en las luchas locales de supervivencia, sin una visión integral del problema central. Voluntarista en extremo, como cuando afirmó que con el sólo ejemplo de su conducta personal, todo cambiaría. El egocentrismo prevalece en todas las decisiones.

Se equivoca AMLO, su ejemplo personal no basta

No hay en él una mínima idea de la prospectiva del desarrollo nacional que México necesita, así como tampoco una visión geoestratégica de la ubicación en el concierto internacional.‎ No era el líder que México necesitaba. La pura moralina administrativa jamás ha cambiado la faz de un país, cualquiera que éste sea.

Poniendo, como en todo paraíso territorial de un solo hombre, la lealtad personal de los colaboradores por encima de los intereses superiores de la Nación. La corrupción sólo es de los neoliberales, y por eso los llena de prebendas presupuestales. En el círculo íntimo y entre sus colaboradores no existe, y si llegara a existir, no es corrupción.

Es el problema de creer que un carisma sin resultados debe forzosamente arrastrar multitudes, dentro y fuera del país. La terca realidad lo ha ubicado en su justa medida. El ejemplo personal no basta cuando todos los demás hacen que se comporte como el buen ladrón de la fábula. No era lo que este país necesitaba con urgencia e importancia.

Su desconocimiento de las leyes es realmente preocupante. Su distancia del funcionamiento real de las estructuras administrativas abona ignorancia supina. Es un gabinete, un país y una estructura gubernamental de un solo hombre. Y ¡guay de aquél que piense o se atreva a contradecirlo! Su país, como el de Peter Pan, es el de “nunca jamás”.

Ya desconfían de AMLO en los centros serios de poder

Las dos cosas que estaba obligado a hacer: usar el poder político para llevar a cabo una transformación de verdad y realinear  las ‎relaciones exteriores del lado de las potencias emergentes, fue una vana ilusión que se estrelló ante el miedo y el consecuente sometimiento al Imperio. Pura agua de borrajas.

Muchísimas oportunidades se han dejado pasar. Desafortunadamente, ésas no podrán volver a presentarse, porque en los centros serios de poder le perdieron la confianza, dudan hasta de sus intenciones y de su palabra. Somos un rancho grande, aislado y autoritario.

La formación de líder opositor no alcanzó al Caudillo para poder tocar la diana. Hoy vaga, errabundo y desconfiado entre los mares procelosos, de nuevo propiedad absoluta de los grandes tiburones. El país es de ellos, sin remedio y sin gota de esperanza. Fracasó el régimen de la gran transformación.

En su lugar quedará, si acaso, el Banco del Bienestar. La casa de muñecas del santannato, elevado a fe suprema, a ley de toda la Nación. No hay posibilidad de que esto cambie, pues las medidas tomadas han provocado una incertidumbre mayúscula que no podrá remontarse sino en décadas de angustia y reconciliación.

Y aún falta que aparezca en toda su crudeza la necia realidad

¿Hacia dónde vamos? Por lo pronto, a ningún lado, pues faltan el timón, la brújula y los marineros. A lo mejor el barco ya naufragó y no hemos sido avisados. Lo más probable es que estemos encima de La Barca de Guaymas, y seamos unos cadáveres viajeros que no tienen puerto posible.

¿Qué va a pasar? Lo que decidan los acontecimientos cimeros de la necia realidad. A falta de partidos opositores, cuyos líderes se han quedado callados por miedo a las represalias judiciales, financieras y verbales de amenazas inminentes desde el patíbulo personal del Caudillo, todavía falta que aparezca en toda su crudeza la necia realidad. Es nuestra única apuesta, parece mentira.

México no puede seguir así, aquejado de una enfermedad terminal de miseria, recesión, inflación, devaluación y hambre generalizada, porque la evolución dialéctica de los pueblos siempre ofrece una solución. Sé que decirlo puede sonar fantasioso, pero así ha sucedido a lo largo de nuestra accidentada y sufrida historia.

Vuelta de tuerca para arrebatar a una sola voluntad el control

Los grandes jalones de la desesperación masiva provocan soluciones de fondo, sobre las que nadie tiene una idea precisa. Si los partidos opositores, el Congreso, las entidades federativas, los poderes del exterior no toman la iniciativa, tendrá que tomarla la historia y el mismo pueblo, su vehículo, mensajero y ejecutante preferido.

A menos que el elector fastidiado y burlado, decida en las urnas dar la vuelta de tuerca indispensable para arrebatar a una sola voluntad desquiciada, el control de las mayorías legislativas, de los poderes estatales, de los centros de mando indispensables. A menos que el pueblo se decida a asumir su mayoría de edad. Como que ya es tiempo…

¿No cree usted?