Carlos Monsiváis, cronista de México y defensor de derechos LGBT

junio 19, 2019

El 19 de junio de 2010, México perdía a uno de sus máximos exponentes culturales. Poco antes de las 14:00 horas, Carlos Monsiváis fallecía a los 72 años, luego de una larga batalla contra la fibrosis pulmonar. “Monsi”, como lo conocían sus más cercanos, era una autoridad en todos los aspectos. Fue una persona culta, ávida del conocimiento y que, de una u otra forma, siempre estuvo inmiscuido en la política del país.

Monsiváis nació en la Ciudad de México en mayo de 1938. Publicó principalmente crónica mezclada con ensayo, cuento y aforismo. Aunque siendo un intelectual omnipresente y atento a todos los temas de la vida cultural del país, también hizo crítica literaria. Escribió para diversos medios de renombre, como Excélsior, Uno Más Uno, La Jornada, El Universal, Proceso, Nexos y Letras Libres.

Fue un amante de los gatos (llegó a tener más de 10 gatos en su casa, cada uno con su respectivo nombre). Era el maestro de la ironía, del sarcasmo, dueño de un humor ácido e irreverente que lo distinguía del resto del universo de literatos mexicanos. Dejó huella de su genialidad en sus escritos, sus fotos y sus colecciones, que puedes visitar en el Museo del Estanquillo.

Carlos Monsiváis con uno de sus gatos.
Carlos Monsiváis con uno de sus gatos. Foto: EFE

Monsiváis siempre declaró su oposición al autoritarismo, al conservadurismo y a la discriminación. Estuvo siempre a favor de las luchas sociales; participó en movimientos feministas, en el movimiento estudiantil del 68 y apoyó el avance de ideas progresistas, como la despenalización del aborto. Pero sin duda, destacó por ser un luchador incansable por los derechos LGBT, aunque fuera desde la clandestinidad.

Para nadie era un secreto su homosexualidad. No lo fue para sus amigos, ni para el mundo intelectual. Tampoco para la clase política. De acuerdo con Braulio Peralta, en El Clóset de cristal, “La monchi”, como le conocían en los lugares de ambiente, frecuentaba los baños Rocío o Mina de la Ciudad de México. Allí, entre vapores, se encontraba con algún que otro cuerpo esbelto. Pero, a pesar de su militancia y de acudir recurrentemente a las zonas gays de la capital, nunca hizo una declaración pública sobre su orientación sexual.

Firmó varias declaraciones por los derechos de los homosexuales; envió un sinfín de cartas a la prensa y escribió distintos manifiestos que reclamaban igualdad. Monsiváis comenzó la batalla en aquellos años 60 y 70 marcados por la fuerte represión policial contra los movimientos sociales y en los que los tabloides amarillistas no tenían pudor alguno en tildar a los homosexuales de mujercitos o jotitos. Aún así, impulsó el nacimiento del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR).

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En los años 80, sus esfuerzos se centraron en los enfermos de VIH. Su militancia en la causa le llevó a fundar Letra S, uno de los pocos suplementos a nivel mundial que abordaba esta enfermedad. “Con la llegada del VIH se produce la explosión más cruda y valiente de Monsiváis. Ningún intelectual mexicano se entregó como él a esta causa. Lo vi llorar y expresar su dolor en manifestaciones y textos. Ayudaba a los enfermos, buscaba los medicamentos que necesitaban cuando se agotaban”, recuerda Peralta en entrevista para El País.

A decir de Braulio Peralta, Monsiváis fue un activista por los derechos de los homosexuales que prefirió no salir públicamente del clóset, pues no quería “ser estigmatizado”. También evitaba así las burlas y sobrenombres que habían tenido que soportar otros intelectuales, como el poeta Salvador Novo, por hacer pública su orientación sexual.

Sin embargo, su homosexualidad se hizo patente y notoria en su funeral. Sobre su féretro reposó una bandera mexicana y otra del arcoíris, o la bandera gay. Pese a ello, en los distintos homenajes de cuerpo presente fue ovacionado. Políticos, escritores, intelectuales, periodistas, familiares, activistas, amigos y ciudadanos de a pie lo despidieron con orgullo. En el Museo de la Ciudad de México se entonó el Himno Nacional, el Ave María, se escucharon danzones y boleros y, en uno de los momentos más emotivos, se le aplaudió de manera ininterrumpida durante más de siete minutos.