¿Cuál es la diferencia entre enjuiciar a Lozoya y a «El Lunares»?

febrero 18, 2020

Independientemente de las pésimas relaciones que la Cuarta Transformación se ha empeñado en armar con la España monárquica y su parlamento socialista, hoy es necesario reconocer lo que esto puede implicar en el caso tan cacareado de la extradición de Emilio Lozoya Austin, algo que por lo que se ve está en pañales. Lo de Peña Nieto, es imposible.

El asunto se complica más cuando vemos que los abogados del sector público fingen ignorar lo que puede encontrarse en el fondo de la imposibilidad de hacer comparecer en México al ex director de Pemex y más aún de sus protectores.

Es un asunto realmente complicado si como todo lo que hacen creen que puede llevarse a cabo con interpretaciones a modo del Derecho.‎ No creo que alguien cercano al Caudillo o a sus caprichos no haya maliciado que detrás de la maraña de intereses que blindan al exfuncionario no puede encontrarse la influencia de OHL, por no hablar de las fantasías que inodan a la mafia rusa.

OHL pudiera sacarse de la manga una acusación menor

Para la empresa española OHL –hoy ya nombrada Aleatica, con capital australiano–, de la cual Lozoya fue un empleado de relieve, los actos cometidos por el indiciado son como si hubieran sido cometidos por un ciudadano español. Y no se trata de elucubraciones, sino de simple interpretación del derecho internacional privado, que en este caso roza los límites de lo mercantil y corporativo.

Y esto es así, porque en cualquier momento, dentro del lapso en que el sujeto en cuestión está detenido o arraigado, la empresa OHL pudiera sacarse de la manga una acusación menor que las de México, que merezca una pena privativa de la libertad para el procesado, pero que evadiría, de común acuerdo con el establecimiento ibérico, a la justicia mexicana.

Las acusaciones de la UIF ¿sólo para la mercadotecnia política?

Una cuestión aparentemente sencilla que daría al traste con la feria de acusaciones que aquí en el rancho grande, según Santiago Nieto, suman latrocinios por 750 millones de dólares. El asunto según se ve puede acabar convertido en agua de borrajas para desdoro de la singular manera de aplicar e interpretar la justicia, por parte de la Cuarta Transformación.

Aparte de que, nadie lo puede ignorar, los delitos de que se le acusaron antes de ser detenido en Málaga son los únicos a los que puede referirse la petición de la famosa extradición. Ni uno más, son las reglas del derecho internacional público, también.

Así es que las acusaciones rocambolescas de la Unidad de Inteligencia Financiera quedarían en pasto para la mercadotecnia política, para el circo en que esto se ha convertido, tratándose de la impartición de justicia. Hay una severa confusión dentro del nuevo régimen en los linderos entre seguridad pública y seguridad nacional. Es más, ni la conocen.

La intervención de la mafia rusa es la mayor piedra en el zapato

El caso Lozoya, por lo expuesto, tiende a convertirse en una ilusión. Con mayor razón, si lo que desea la Cuarta Transformación es que este caso petrolero sea la plataforma de despegue para llevar al banquillo de acusados a Enrique Peña Nieto y a su real jefe, Luis Videgaray, cerebro principal del aquelarre en que convirtieron a la mayor industria paraestatal del país.

La intervención, si se quiere de la mafia rusa o de la poderosa OHL, es la mayor piedra en el zapato, o acaso la justificación a modo del Caudillo para hacer como que la virgen le habla y ceñirse a respetar íntegramente el Pacto de Impunidad celebrado con los grandes intereses para acceder al poder, y seguir regando el tepache.

De nueva cuenta, lo que sería mejor para los intereses del país, choca frontalmente con la cruda realidad, que obliga a un régimen de cuarta a quedarse calladito para cumplir con sus compromisos adquiridos con anterioridad a todos los hechos posibles.‎ Ni frente a la mafia rusa, ni frente a la trasnacional OHL puede hacer panchos. Ningún pancho.

¿Procesar a los grandes delincuentes nos volvería ingobernables?

Estamos enredados en nuestras propias contradicciones. La justicia mexicana en estas manos no sirve para maldita la cosa, aunque nos desgañitemos exigiendo que se procesen a los grandes delincuentes que han ofendido a la Nación. El Caudillo lo dijo hace tiempo, en una declaración desafortunada…

… que puede pasar a la historia como lápida ‎de un sexenio fallido: si aplicamos la ley a los poderosos el país se volvería ingobernable e inestable. Nadie sabe hasta la fecha a que se refería. Cuando la fortaleza de un país depende de que se aplique la ley, independientemente que se aplique a los más poderosos.

Los principios constitucionales se usan al capricho del Caudillo

¿Puede el Caudillo de la Cuarta Transformación dejar pasar la oportunidad de siquiera servir al país para hacer justicia como algo más que un ambicioso? ¿Seguir engañando al pueblo con los mismos espejitos utilizados durante año y medio para eludir las responsabilidades para las que fue electo?

Si es así, ¡qué pobre concepto del poder! de él y de quienes lo ensalzan y parece que lo han subido a los altares para quemarle incienso con pura leña de pirul, porque esa leña no sirve ni para arder!

Y es que no sólo el Estado de Derecho está volteado de cabeza, sino todos los principios constitucionales y los espíritus de las leyes fundamentales de la Nación, que se usan para un barrido y un trapeado, siempre a capricho de la debilitada voluntad del Caudillo de turno. La ley sólo se usa para justificar lo indefendible. Para tapar huizacheramente las barrabasadas que a diario se cometen.

El régimen es ya un producto escatológico de la peor factura. Corre a diario la sentencia entre la sociedad pensante, y también en los platós españoles de la televisión catalana, donde se asemeja al Jefe de las instituciones mexicanas con la cabeza llena de boñiga de un pobre pulpo. Da la vuelta al mundo la incapacidad y la soberbia. El show de Andreu Buenafuente lo atestigua.

Ojo: Cuando un sistema de justicia no existe, es que no existe

Aquí no podemos ni encarcelar a buen resguardo a El Lunares, el jefe de la banda de Tepito que ha convertido a ese barrio en un páramo de miseria y de masacres. Cuantas veces lo encarcelan, sobran los jueces que aboguen por su libertad, por falta de averiguaciones bien fundamentadas. ¡Y quieren traer a Lozoya!

Los conceptos de seguridad pública y de la justicia cayeron todavía más abajo que durante el neoliberalismo panista, cuando toda la fuerza del Estado se aplicó para perseguir al Beto Pelotas, a Hugo Bocinas y a El Tanque, colocando en estado de sitio a Tepito y a la colonia Modelos como si anduvieran buscando a Sadam Hussein.

Entraron tantos cuerpos policíacos que nunca se supo si el botín se lo llevaron los policías preventivos y federales o los humildes camarógrafos, a quienes se trató de inculpar.

Así es que ¿cuál es la diferencia de enjuiciar a Lozoya Austin, a El Lunares o a Beto Pelotas?

Cuando un sistema de justicia no existe, es que no existe.

¿No cree usted?