Descubren ofrenda mexica cerca de Plaza Garibaldi
Ciudad de México. Mediante un equipo de salvamento arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Secretaría de Cultura del Gobierno de México constató que un predio aledaño a la Plaza Garibaldi fue la vivienda de una familia mexica. El terreno albergaba indicios de uso doméstico, así como restos de una ofrenda en excelente estado de conservación.
De acuerdo a las investigaciones, entre los años 1521 y 1610 d.C., se realizó un ritual en la antigua morada. En lo que fue un testimonio del fin de sus vidas y su civilización, los habitantes dispusieron en el patio una ofrenda con múltiples elementos. Entre ellos, destacan una olla con restos óseos (cenizas humanas) y 13 sahumadores polícromos de casi un metro de longitud, usados para quemar la resina.
Esta ofrenda, localizada a poco más de cuatro metros de profundidad, estaba recubierta con varias capas de adobes bien consolidados para mantenerla fuera de miradas ajenas, indicativo del temple de aquellos mexicas que permanecieron en Tenochtitlan tras la toma de la ciudad por Hernán Cortés. Cabe destacar que, como menciona la coordinadora de estas tareas de rescate arqueológico, Mara Abigaíl Becerra Amezcua, este descubrimiento es aún más significativo, pues sucedió en el marco de los 500 años de Resistencia Indígena.
El lugar del descubrimiento
Según comenta Mara Becerra, su equipo acudió al domicilio en septiembre, tras el reporte del Instituto de Vivienda de la Ciudad de México (INVI) ante la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH. Así, la parte media del predio, ubicado en Eje Central Lázaro Cárdenas, se convirtió en escenario de excavaciones arqueológicas, mismas que ya concluyeron.
En el terreno, la coordinadora y su colega Ximena Andrea Castro Rivera investigaron las diversas capas de un sitio que se ha mantenido como vivienda al paso de siglos. Su labor las llevó hasta los arranques de muros de esa primera casa que perteneció a Tezcatzonco, barrio menor de Cuepopan-Tlaquechiuhca, una de las cuatro parcialidades que integraban Tenochtitlan.
La excavación reveló que aquella vivienda estuvo conformada por un patio interior, espacio donde se localizó la ofrenda de clausura. La casa igualmente contó con una estancia y un corredor que conectaba cinco habitaciones, mismas que aún mantienen parte de sus estucos originales en pisos y en muros (de grosores que van de los 30 a los 50 cm). Estos cuartos, uno de los cuales fue cocina, como se dedujo por el registro de un tlecuilli o fogón, alcanzaron medidas de 4 m por 3 m; no obstante, sus dimensiones totales se desconocen, pues se extienden bajo los predios aledaños.
Mara Becerra precisa que esta residencia fue motivo de modificaciones espaciales y arquitectónicas en al menos dos etapas: durante el periodo Posclásico Tardío, entre 1325 y 1521 d.C., y en la ocupación española, entre 1521 a 1610 d.C. Además, si bien estuvo destinada a las actividades domésticas, existen evidencias materiales como omichicahuaztlis (instrumentos musicales de hueso trabajado), flautas y ocarinas, que dan cuenta de diversos rituales.
La ofrenda mexica
Una de las cualidades más llamativas de esta ofrenda es su ubicación. El hecho de hallarse bajo el piso del patio interior confirma el carácter sagrado de Cuepopan-Tlaquechiuhca. Se sabe que de este barrio, colindante a Tlatelolco y conocido a partir del periodo virreinal como Santa María La Redonda, procedía el sacerdote que encendía el fuego nuevo cada 52 años en el santuario del Huizachtépetl (Cerro de la Estrella), momento que marcaba el desenlace y la inauguración de un ciclo de la vida.
El tesoro arqueológico descubierto se compone 13 sahumadores, una copa pulquera de base trípode, cinco cajetes, un plato y una olla de cuerpo globular sobre la que colocaron cuatro vasijas a modo de tapa. Cabe señalar que en el interior de esta última se detectaron restos óseos cremados, posiblemente de un infante; sin embargo, esto habrá de comprobarse mediante la microexcavación de las cenizas. Lo que es indudable es que la disposición, cantidad y calidad de los materiales que componían esta ofrenda concuerdan con el mencionado carácter sagrado.
Acerca de los sahumadores
La investigadora de la DSA explica que los 13 sahumadores expresan un simbolismo particular, ya que fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas: unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur. Becerra Amezcua apunta que esta disposición evoca las 20 trecenas que conformaban el tonalpohualli, el calendario ritual mexica de 260 días; asimismo, cabe mencionar que el número 13 aludía a los niveles del cielo.
Al ahondar en las características de los sahumadores, la coordinadora del equipo de salvamento también mencionó que refuerzan la concepción nahua del universo…. los mangos huecos en colores rojo, negro y azul —que servían de instrumento de viento—, y su remate con la representación de la cabeza de una serpiente de agua, remiten a las fuerzas del inframundo, dilucidó.
Todo lo expuesto, aunado a que los tipos cerámicos hallados (lozas Azteca Bruñida y Roja Bruñida) se asocian a los periodos de contacto español y virreinal temprano, nos permite interpretar este contexto arqueológico como evidencias de una ofrenda que se dispuso en las primeras décadas tras la conquista de Tenochtitlan, como parte de un ritual de clausura del mismo espacio, un acto esencial para la cosmovisión tenochca, concluye la arqueóloga.
Este descubrimiento es resultado del trabajo permanente que realiza la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, cuyos especialistas dan seguimiento a la labor de investigación, conservación, protección y difusión del patrimonio cultural de orden paleontológico, antropológico, arqueológico e histórico de México.