Diversidad sexoafectiva, propia de la historia humana
agosto 23, 2022
No existe tal cosa como las “buenas prácticas tradicionales”: la homosexualidad es parte indisociable de la historia humana. Esta premisa fue defendida por la Dra. Nathaly Rodríguez Sánchez durante su participación en la mesa “El mundo gay en México”, organizada por el Comité de Historia LGBTIQ+ con sede en Estados Unidos.
La investigadora lleva años sumergida en los estudios históricos de género y los feminismos, lo que le ha dado una visión panorámica de los significados sociales de ser hombre y ser mujer. Pero esta arqueología del género dejó varias grietas abiertas: ¿qué pasa en las periferias?, ¿dónde entran las personas que no están conformes con la heteronorma?
En su libro y tesis doctoral, De sedientos seres. Una historia social del homoerotismo masculino. Ciudad de México 1917-1952, la catedrática disecciona el modus operandi de las relaciones homoeróticas entre varones en la capital del país.
Según explica, el entonces Distrito Federal se vio influido por las oleadas de transformación cultural de la década conocida como los ‘felices años 20’. De manera progresiva, la capital del país se transformó en un espacio para la experimentación artística y la expresión libre, todo esto al margen de la resaca de la Revolución y el repliegue de la Iglesia como instrumento de orden social.
“La Ciudad de México pasó de ser la ciudad de los palacios a la ciudad de los cabarets”, resume Nathaly Rodríguez. Aunque la historia reconoce este cambio de paradigmas, muchos sectores se resisten a la idea de que la fiebre de los 20 tuviera carácter homoerótico. Principalmente se atribuye a los altos índices de violencia contra los hombres afeminados, cuyo epítome prerrevolucionario tuvo lugar en el episodio conocido como ‘el baile de los 41’ de 1901.
De sedientos seres reconstruye la Ciudad de México de la primera mitad del siglo XX en clave de mapas, estrategias de encuentro, dinámicas sociales y sistemas de represión. Esto último ocurría en forma de delitos fabricados como robo, adulterio o delincuencia menor, pues, como enfatiza la investigadora, la homosexualidad nunca fue un delito. “México era un espacio de libertad frente a lo que sucedía en muchos lugares”.
Batalla por la narrativa
Entre los aprendizajes recabados en su estancia internacional, Nathaly Rodríguez destaca que es posible reconstruir la historia de las periferias si se aprende a leer entrelíneas. De ahí que los relatos antiguos de relaciones homosexuales tengan como escenarios principales la intimidad, el hogar y los álbumes fotográficos. “Estos sujetos actúan de maneras que no imaginamos”.
La construcción de la historia queer requiere de muchas manos y resulta fundamental para diferentes fines. Por un lado, se desmonta la idea de la heteronormatividad como paradigma único e inobjetable en todas las culturas y tiempos. Por otro, se dignifica a sujetos a quienes la narrativa les ha dicho que el mundo no les pertenece, lo que abre las puertas a reivindicaciones sociales, políticas y de derechos humanos.
Rodríguez Sánchez reflexiona también sobre la construcción de la historia humana como un vaivén de libertades y clausuras, contrario a las perspectivas liberales que apuestan por una revisión oscurantista del pasado. La académica exhorta a utilizar la narrativa como testimonio de las batallas ganadas y la importancia de defender esas victorias día a día. “La historia nos pone alerta”.
Como analogía, alude al pasado reciente de su natal Colombia, en plena efervescencia con la llegada de la izquierda al poder. La Comisión de la Verdad ha comenzado en escuelas la socialización de un informe que detalla los 60 años de guerra civil y que dejó más de medio millón de fallecidos. Álvaro Uribe, expresidente y líder de la derecha, ya prepara su propia versión de los hechos.