El cuartelazo de Trump. Y aquí, ¿para cuándo?

agosto 4, 2020

Ahora que Donald Trump hizo públicas sus intenciones de perpetuarse en el poder, fabricado un cuartelazo contra los dirigentes demócratas, intentando prohibir el voto de los ciudadanos fuera del país, y anunciando a voz en cuello que está dispuesto a posponer el día de la elección estadounidense por la fiereza de la pandemia, se explican muchas cosas. 

Su vocación represora está fuera de toda duda. Es capaz de alimentar una guerra civil de contenido racista, igual a la de Secesión; posponer el día de las urnas porque ‎ve inminente el triunfo de Joe Biden; y para ello se cuelga del clavo ardiendo de una pandemia que le vino “como anillo al dedo” –dijera el clásico–, pero que en su momento despreció y después no supo cómo enfrentar. 

El resultado de estos desplantes revanchistas ha sido el esperado. Su país está de cabeza sufriendo una depresión del menos 33% en su producto interno bruto, superior al Gran Crack de 1929 que provocó que se lanzara la Segunda Guerra Mundial. En la proyección del sufragio de noviembre, Trump se encuentra veinte puntos abajo de Biden. Y faltan noventa días para los comicios. Allá la gente sí sale a votar, conste.  

Narcisista maligno, incapaz de ver la realidad, peligrosamente enfermo 

Muy pocos hicieron caso de aquella advertencia de que un grupo de cuarenta psiquiatras de EU hicieron sobre el narcisismo patológico de Trump, que revelaba un carácter que no sólo le impedía desenvolverse sanamente como Presidente de los Estados Unidos, sino que lo inhabilitaba para ostentar ese cargo en cualquier país, dijeron.  

Recuérdese que, a pocos días de ganar la elección en el año 2016, y ante las primeras actitudes en público, los psiquiatras opinaron que era demasiado lo que estaba en juego ‎para mantenerlo en silencio. En las evaluaciones que hicieron, dibujaron el perfil de «un narcisista maligno, incapaz de ver la realidad, peligrosamente enfermo, con problemas de agresión y sadismo, y un desorden absoluto de personalidad». 

La carta de los psiquiatras fue publicada por The New York Times. Inmediatamente, Trump recibió la repulsa de otros medios que le dieron cabida, como CNN, CBS, The Washington Post y Los Ángeles Times, entre otros. 

A todos, los tachó de antinorteamericanos. Con todos se enemistó, porque le habían tocado la pata de palo, el lado sensible de su personalidad. Pero el golpe había sido dado. Y aunque el gobierno alegó en su defensa que la Regla de Coldwater, de 1936, prohibía a los psiquiatras estadunidenses evaluar a las figuras públicas antes de analizarlas en un diván, la famosa carta fue conocida en todo el mundo. Con justa razón.  

Comportamiento pomposo y arrogante, todo el perfil de un enajenado 

Desde entonces, la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos ha desarrollado criterios para diagnosticar, sin lugar a dudas, el famoso narcisismo patológico. Lo llama DPN (Desorden de Personalidad Narcisista). 

Las personas que lo padecen se caracterizan por su persistente megalomanía, la excesiva necesidad de ser admirados y su falta de empatía. Todo lo que se ha ido comprobando. Evidencian una gran arrogancia, sentimientos de superioridad y conductas orientadas al sometimiento de quienes les rodean.  

Fantasías de poder, inteligencia y atractivo irresistible para las masas, propensión a explotar a otros, convicción de que los demás les tienen envidia, preferencia a comportarse de manera pomposa y arrogante, todo el perfil de un enajenado mental, altamente peligroso. 

Infancia de maltrato impidió su sana formación, inadecuado control familiar 

Los protocolos del diagnóstico de la Asociación Psiquiátrica Americana, indican que quien tiene esa dolencia del alma, «es una persona cuya condición es predominantemente amoral y antisocial, caracterizada por acciones impulsivas e irresponsables, encaminadas a satisfacer sus intereses inmediatos y narcisistas, sin importar consecuencias, sin demostrar culpa ni remordimiento. 

«Las ansiedades básicas del psicópata son de carácter francamente persecutorias –continúa el Protocolo– que pueden alcanzar gran intensidad, y es por ello que necesita agredir a los demás. Es intolerante a la frustración y una mínima privación en sus metas, le produce un intenso sufrimiento”. 

Se caracteriza por haber tenido una infancia de maltrato, que impidió su sana formación, e inadecuado control familiar. Tiene una enorme facilidad para cumplir amenazas, aunque cuando ve que las cosas y situaciones son de a de veras, recule”. 

Y sí, es demasiado transparente en su actitud corporal, a leguas se ve su distorsión mental. Sobrevalora sus principios y sus ideas, y esto lo lleva a adquirir una postura dominante en su pensamiento. Su fanatismo lo lleva a cometer crímenes verdaderamente impresionantes, si se lo permiten. 

Su grave inestabilidad emocional lo descalifica para ser Presidente 

En la misma carta se detalla que «las acciones y las palabras del señor Trump demuestran una incapacidad para tolerar puntos de vista diferentes a los suyos, lo cual le lleva a reaccionar con rabia. Los individuos con estas características distorsionan la realidad para adaptarla a su estado psicológico, descalificando los hechos y a quienes los transmitan, sean científicos o periodistas… 

… en un líder poderoso, estos ataques tenderán a aumentar, ya que el mito sobre su propia grandeza parece haberse confirmado. La grave inestabilidad emocional lo descalifica para desempeñarse sin peligro como Presidente. Genera severas angustias en los demás, pero él no las siente ni las advierte. 

Se deben denunciar su ignorancia, incompetencia, propulsión y afanes dictatoriales, afirma el documento analítico, pero no se podrá detener su asalto al poder, si no es por la vía política. El antídoto contra una edad oscura trumpiana es político, no psicológico, remata el documento. 

Allá se gesta el cuartelazo contra lo democrático. ¿Y aquí, cuándo empieza? 

Acá en el rancho grande, no cantamos mal las rancheras. Nuestros próceres, contagiados por el “caudillo” abusan de su molicie y confort, por encima de todo lo demás. Manejan el gobierno entero como si fuera un gran botín. Se conducen por instintos primarios básicos de insolencia y avasallamiento económico.  

Nunca podrán tener un enfoque ni una posición de defensa de los migrantes, del comercio, de la seguridad, ni contra los insultos o la befa internacional, sólo saben que ellos y sus familias nacieron para ser muy ricos y muy poderosos. Son empinados e indignos a más no poder. Entreguistas hasta el tope. Y todavía quieren que les llamemos «estadistas». 

Allá se está gestando el cuartelazo contra cualquier asomo democrático. ¿Y aquí, para cuándo empieza? 

¿Cuándo cree usted?