El Golpe Silencioso, nueva aportación de la 4T
Hace unos días, antes de que fuéramos testigos de la debacle política del régimen –similar al atencazo de Fox, a la guerra inmunda de Calderón, al Ayotzinapa de Peña Nieto—usted y yo comentamos que las fuerzas conservadoras del sistema preparaban un Golpe Blando. Jamás nos imaginamos que iba a fraguar, ¡pero dirigido desde la mismísima cúpula del poder civil!
El bumerang implacable generado por las actitudes resentidas del régimen, los errores persistentes en política económica, las amenazas nylon contra los charales, el encubrimiento hacia los verdaderos tiburones traidores a la patria, la ignorancia del concepto Estado, los bastonazos de ciego…
… y las contradicciones para sostener mentiras, desviaciones y francos retrocesos producidos por la inoperancia, la incapacidad y el miedo a actuar en beneficio de los sectores vulnerables del país, ha sido exacto, preciso, contundente. El gobiernito se dio a sí mismo el Golpe Blando.
No hubo necesidad de mayores intervenciones de los llamados enemigos de la Cuarta Transformación. Ellos se pusieron y cayeron redonditos en su propio cepo. Como un cazador furtivo cuando se prensa en la trampa del oso.
Se confirmó la acepción popular de que duele más el golpe en los bolsillos, que en los cojones. Que el golpe blando o que un golpe silencioso. El Golpe Blando ha sido dado. Falta lo que sigue. Y como hay que llamarles a las cosas por su nombre, sólo falta ponerle el apellido. Es inminente la rectificación de todos los errores, pero no vendrá de la Cuarta Transformación.
El Comandante Supremo faltó a sus deberes constitucionales
El escenario está puesto. Sólo faltaban los actores y parece que ya están aquí, en los entretelones, listos para entrar a escena. El guion ha sido aprobado, la orquesta ya tocó la introducción, los apuntadores ya casi ni hacen falta. El público en silencio. Tercera llamada. ¡Tercera!
Como si fuera el mensaje final –esperemos que no sea pliego de mortaja, porque estos días de cempasúchil son muy sugerentes– Porfirio Muñoz Ledo lo relata paso a paso. El Comandante Supremo faltó a sus deberes constitucionales, las Fuerzas Armadas fueron humilladas, el Estado abdicó, los burros andan sin mecate.
El Ejército, otrora sumiso al mando civil, hoy no ve salida alguna
Porque un gobierno que representaba a 30 millones cuya esperanza era el cambio –y que hoy ha sido abandonado por el setenta por ciento de sus electores– no puede enfrentar tamañas contradicciones. Hasta el general secretario, Crescencio Sandoval ya dijo que se tomarán medidas drásticas en caso de que la inseguridad se agrave en México.
Y si los altos mandos enfrentan, desde lo institucional, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido, sugiriendo posiciones más extremas que las que nacen de las ofensas en Lomas de Sotelo –donde se ubica la Secretaría de la Defensa Nacional–, quiere decir que hasta ellos mismos quieren conservar la chamba.
A costa de lo que sea. El Ejército, otrora sumiso al mando civil experto, hoy no ve salida alguna. Sabe que el país naufraga. Quieren el timón, antes de que se sufra un motín a bordo y las cosas se les compliquen. Resultado: la solución eficaz, según ellos, lo insinúa Porfirio, es el Golpe Silencioso. Algo que, si es posible, no se sepa. ¡Shhhhh!
El gorilato del pasado reciente fue un cuartelazo de 50 años
Han llegado las horas de los hornos. Como las condiciones financieras ni las órdenes del exterior están dadas, faltaba la iniciativa verde olivo, aunque el nuestro sea el tradicional Ejército de paz de los discursos en el Campo Marte. Bastantes habilidades han mostrado en el curso de la historia para los golpes y los cuartelazos.
Y no tenemos por qué llamarnos a sorprendidos. El gorilato del pasado reciente fue un cuartelazo de 50 años. Todavía recordamos la noche que empezó: el 27 de agosto de 1968. A las generaciones jóvenes vale recordarles que esa aciaga noche el Ejército tomó el control de la Ciudad de México.
Que los desacuerdos en la cima del poder y las diferencias de matiz con los halcones de Washington llevaron a Fulton Freeman, embajador gringo, a llamar a cuentas a Marcelino García Barragán, para reprocharle que no hubiera ultimado a los estudiantes en el Zócalo, y ofrecerle en charola la Presidencia del país, previo Golpe de Estado.
Desde el 68, mazmorra y tortura para los grandes luchadores sociales
Poseído por el pánico, el general secretario fue de inmediato a Los Pinos a contarle lo sucedido a Díaz Ordaz, de cuya boca sólo salieron peores invectivas y amenazas, recordándole todos los favores que el divisionario jalisciense le debía al sistema. García Barragán nunca se repuso de la mala decisión tomada.
Pero heredó a sus descendientes una fantasía colectiva de guirnaldas, lauros, medallas y olivos, que nunca terminaron. Para rematar la inconsecuencia, siguió una cauda de ataques, mazmorras, torturas y prisiones sin paralelo en los cuerpos y las integridades de los grandes luchadores sociales.
Y en cuya memoria, los descendientes partidistas de esa oposición contestataria, los morenistas, querámoslo o no, escenifican hoy la peor parte de la tragedia: ser víctimas de su ignorancia.
Ellos son los que han propinado al país el Golpe Blando y el posible e inminente Golpe Silencioso, el que jamás se atreverá a decir su nombre, pero del que ya sabemos que se afinca en el orden y la disciplina a como dé lugar, antes de que salgan perdiendo hasta el apellido.
En eso acabará la fallida Cuarta Transformación: en el Golpe Silencioso
Y vallamos olvidando el sueño de una noche de verano de la Cuarta Transformación. Las democracias formales y sus instituciones ya no serán vistas como amenazas, sino que serán el instrumento perfecto para legitimar la usurpación del Estado. La suerte puede estar echada, no hay marcha atrás.
El fascismo, la solución terminal, ya es lo único que queda. Asomará con rostros indelebles para torcer o componer, quien lo sabe, el asalto al poder.
En eso acabará la fallida Cuarta Transformación: en el Golpe Silencioso, ese caníbal perpetrado desde las cavernas de la incompetencia y desde los dislates trágicos.
¿Qué habremos hecho para merecer este destino?