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Elon Musk y sus “boinas negras digitales”
febrero 21, 2025
La ultraderecha internacional ha celebrado con euforia el triunfo de Donald Trump para su segundo periodo presidencial en Estados Unidos y los cambios radicales que ha impulsado en sus primeros días en el poder. Pero ha sido la ultraderecha europea la que más ha explicitado cómo se preparan para dar en los próximos meses el asalto a las democracias.
Es lo que hicieron el fin de semana del 8 de febrero en Madrid en una reunión que convocó a los líderes más importantes del nuevo referente de la ultraderecha, Patriotas por Europa. Para festejar el éxito de Trump —al que llaman “compañero de armas”— se dieron cita Viktor Orbán, de Hungría; Matteo Salvini, de Italia; Geert Wilders, de Holanda; Santiago Abascal, de España, Alice Weidel de Alemania; Marine Le Pen, de Francia; Herbert Kickl, de Austria; André Ventura, de Portugal, entre otros.
Fundado en julio de 2024, en estos pocos meses Patriotas por Europa se convirtió en la principal agrupación de ultraderechas europea con 86 eurodiputados de 12 países. Y su plan explícito: rechazo a la inmigración y a la “dictadura global” que, según el líder español Abascal, “ya solo resiste en la Unión Europea y en foros internacionales como Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y la Corte Penal Internacional”.
Dinamitar por dentro a la ya debilitada Unión Europea dependerá en gran medida de las elecciones en Alemania el próximo 23 de febrero y de la forma en cómo resolverá la crisis de su gobierno Emmanuel Macron, en Francia. También de cómo Donald Trump le ponga fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. Pasos clave para lo que viene en la geopolítica mundial. En este mapa del poder juega un rol importante Elon Musk, el hombre más rico del planeta, quien dirige con facultades imperiales el motor de las finanzas de la administración Trump y, al mismo tiempo, está en el eje de la audaz revolución de la ultraderecha mundial. Todos sus líderes lo quieren cerca.
¿De dónde surge esta corriente reaccionaria que está remeciendo la institucionalidad democrática en el mundo? Algunos le atribuyen su origen al movimiento neorreacionario (NRx), conocido también como la Ilustración oscura. Una crónica del diario El País (España) dice que sus impulsores son Curtis Yarvin y Nick Land. Enarbolan la tesis de que la democracia liberal es un error (“sistema decadente”) y la igualdad una farsa. Debiera ser sustituido por un sistema de “feudalismo tecnológico moderno”, donde los Estados funcionarían como corporaciones: la rentabilidad es el eje de las decisiones, los ciudadanos son los accionistas y los líderes ejercen como directores ejecutivos soberanos. Todo aquello sin las “cadenas” de la democracia.
En el círculo más estrecho de Donald Trump, los adeptos a esta corriente están, principalmente entre los magnates de Silicon Valley. Y su vicepresidente, J. D. Vance. Pero el polo de riqueza y tecnología que encarna ese nuevo poder es sin duda Elon Musk. Mientras la opinión pública mundial es capturada por cada uno de los anuncios expansionistas de Trump, al interior de Estados Unidos, los movimientos de Musk y su equipo avanzan sin contrapeso.
En estos pocos días, Elon Musk y su destacamento de “boinas negras digitales” se han apoderado de los datos más sensibles de Estados Unidos y de otros países, así como de importantes organizaciones mundiales. Cuando han querido detenerlo, Musk ha hecho que el presidente Trump despida de inmediato al funcionario.
Es lo que le sucedió a David Lebryk, alto funcionario del Departamento del Tesoro de EE. UU., quien debió partir después de negarle a Musk acceso a los datos del corazón de las finanzas del país. Lo reveló The New York Times cuando informó que desde allí se paga más de US$6 billones al año en nombre de agencias federales y contiene información personal de millones de estadounidenses que reciben dineros de la seguridad social, reembolsos de impuestos y otros. Musk obtuvo las llaves del “tesoro”. Lo mismo pasó con los datos de la Agencia USAID y los de la Defensa de EE. UU. El hombre más rico del mundo tiene la facultad imperial –sin pasar por el Congreso– de decidir qué se elimina del gasto público, a quiénes se despide y, lo más importante, qué información confidencial y sensible pasa a formar parte de su inmensa base de datos digital. Elon Musk opera ajeno a todo control democrático.
Bill Gates, otro multimillonario y gigante tecnológico, cofundador de Microsoft, se refirió recientemente a Elon Musk y sus intervenciones políticas (entrevista con The Times): “Es realmente una locura que pueda desestabilizar la situación política de los países. Otros países tal vez deberían adoptar salvaguardas para asegurarse de que los extranjeros superricos no distorsionen sus elecciones”. Y acotó: “Es difícil entender por qué alguien que tiene una fábrica de automóviles en China y en Alemania, cuyo negocio de cohetes depende en gran medida de las relaciones con naciones soberanas y que está ocupado recortando dos billones de dólares en gastos del gobierno estadounidense y dirigiendo cinco empresas, esté obsesionado con esta historia de abuso sexual infantil en Reino Unido. Yo me pregunto: ¿qué?”.
La pregunta especifica a que alude Bill Gates se relaciona al hecho de que Elon Musk acusó al líder laborista y primer ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, de ser “cómplice” en un escándalo de violaciones de hace unos años. No presentó pruebas y la polémica se incendió cuando Musk pidió que se liberara a Tommy Robinson, un ultraderechista británico condenado por difamar a un menor sirio refugiado.
La inquietud de Gates por la mezcla sin límites de la intervención que ejerce el sudafricano Musk en la política mundial, sus negocios millonarios con el rol sin contrapeso que ejerce en el recorte del presupuesto de EE.UU., fue desmenuzada en una arista peculiar por periodistas del The New York Times. En una investigación de estos días revelaron que las empresas de Musk consiguieron US$13.000 millones en contratos en los últimos cinco años, lo que convierte a SpaceX (obtuvo la mayor cantidad de dinero) en uno de los mayores contratistas del gobierno estadounidense. Sus contratos no serán eliminados ni recortados. Y ello, porque como informa el mismo diario, Musk ha hecho despedir a altos funcionarios y empleados de carrera: “Muchos de ellos dirigían investigaciones, asuntos de aplicación de la ley o demandas pendientes contra las empresas de Musk”.
La investigación de The New York Times identificó al menos 11 agencias federales que tienen más de 32 investigaciones en curso, denuncias pendientes o acciones coercitivas contra las seis empresas de Musk.
En otra investigación, esta vez de ABC News, se informa que SpaceX ganó contratos por más de US$17 mil millones desde 2015. Esta empresa es especial para los planes de hegemonía espacial de Musk. Porque ahora tiene todo el poder para anular la investigación de la que eran objeto los lanzamientos que hace su empresa al espacio por la Autoridad Federal de Aviación (FAA). Para el empresario, lo deseable era terminar con esa regulación. El diario El País (España) citó sus palabras en un mitin en Pennsylvania, en la última campaña: “A menos que haya esfuerzo consciente para la desregulación y tener una regulación sensata, Marte será imposible. Estaremos para siempre confinados en la Tierra”.
Con los pies en la tierra, el juego rudo y directo parece ser el favorito de Elon Musk. Y allí hay un sitio privilegiado para acusar a enemigos y detractores sin pruebas. Desinformación. Uno de los ingredientes a los que apuesta en su red social “X” para apoyar a la ultraderecha en distintos países. Como lo hizo en Brasil.
Musk y el poder de la desinformación
Elon Musk ya hizo el experimento en Brasil. Ayudó en su red social “X” a la ultraderecha partidaria de Jair Bolsonaro cuando, el 8 de enero de 2023, decidieron imitar a Donald Trump, tomando por asalto la plaza símbolo de los tres poderes democráticos de Brasil para intentar anular las elecciones que dieron el triunfo al actual presidente de ese país, Lula da Silva.
El juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes ha dirigido la investigación de esos actos que la justicia calificó como “intento de Golpe de Estado” y la influencia que tuvo en esa asonada la difusión de noticias falsas en las redes sociales. Y ordenó que la red social “X” bajara las cuentas de los perfiles que fueron identificados como los responsables de la desinformación sediciosa.
De Moraes fue más allá. Incluyó a Musk en la investigación de lo que llamó “milicias digitales” para determinar si ellas responden a un plan ilegal y anticonstitucional para influir en los procesos electorales. Elon Musk se negó a bajar las cuentas de “X” y acusó al juez Alexandre de Moraes de ser “un dictador”. Pidió su destitución. Fue una prueba de fuerzas para saber hasta dónde podía llegar el poder de “X” para su desacato a las leyes de un país tan potente como Brasil.
Es lo que hace hoy Musk en Alemania apoyando con toda la potencia del megáfono de “X” al partido de ultraderecha Alternativa para Alemania y a su líder, Alice Weidel, para las elecciones del 23 de febrero. De nada sirvió la denuncia de manipulación algorítmica que hizo la eurodiputada alemana de “Los Verdes”, Alexandra Geese, quien pidió se investigue la “falta de neutralidad del algoritmo de ‘X’, que opera en beneficio de Musk y sus intereses políticos”.
Para el presidente francés Emmanuel Macron, Musk promueve una “internacional de reaccionarios” utilizando la desinformación como principal herramienta. Y recordó que la Comisión Europea advirtió que “X” no cumple con las normas de moderación de contenidos y publicidad del Reglamento de Servicios Digitales de la UE. Pero no hay posibilidad de regulación en el actual escenario político. Y Elon Musk lo sabe.
Basta con revisar los últimos episodios para constatar que la sumisión a los dictados de Trump y Musk sigue avanzando. Sin tregua.
Para el momento decisivo de las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos, el multimillonario Jeff Bezos, dueño de Amazon y del Washington Post, forzó en un acto imperial al influyente diario estadounidense para que optara por una postura oficial equidistante con Trump. Le siguió la capitulación de otro de los gigantes de las redes sociales, Mark Zuckerberg. Informó que cancela el programa de verificación de contenidos de Facebook e Instagram. Y argumenta que lo hace en aras de la “libertad” ya que la verificación era “una forma de censura”.
La adhesión de Mark Zuckerberg a las estrategias de Trump y Musk fue más lejos. El presidente de Estados Unidos demandó en su momento a Facebook e Instagram, por haberlo vetado de esas redes sociales tras alentar a través de ellas el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Ahora informan que han llegado a un acuerdo: a cambio de que el presidente de EE.UU. retire la demanda, Facebook le pagará 25 millones de euros. Un cambio radical que solo hará proliferar la desinformación.
De hecho, la grave amenaza de la desinformación, sumada a las leyes restrictivas que pretenden asfixiar el trabajo de los medios de comunicación y de organizaciones civiles que defienden la libertad de expresión, son parte de lo que advierte para este año el Instituto Reuters.
El estudio de Nic Newman y Federica Cherubini (puede encontrarse aquí) publicado también por LatAm Journalim Review, destaca el alarmante declive de la confianza en los medios en América Latina provocada por ataques de políticos que buscan socavar a los periodistas independientes que informan verazmente sobre corrupción y crimen organizado con amenazas, demandas o nuevas leyes. Y, por cierto, alerta al buen periodismo con el impacto que seguirá teniendo la introducción de la Inteligencia Artificial (IA) y de cómo todo aquello alterará dinámicas de producción y consumo de noticias.
El reto de la inteligencia artificial
No hay duda: la inteligencia artificial está hoy en el centro de todo y su impacto será mucho más potente que el de las redes sociales. De allí que las grandes potencias, las principales compañías tecnológicas (Microsoft, Google, Amazon, OpenAI) y los más importantes multimillonarios están a toda prisa invirtiendo a gran escala y apostando fuerte para intentar no quedar fuera de esta batalla por quién llega a controlar la herramienta que revolucionará nuestras vidas.
Y en esta guerra que declaró Donald Trump y su equipo por la hegemonía mundial, necesitan ganar en Inteligencia Artificial. Y no trepidan en jugar rudo. En los momentos precisos que un fondo de inversión chino, High-Flyer, toma la delantera con su nuevo modelo DeepSeek R1 (con solo US$5 millones de presupuesto), Musk –liderando un consorcio de inversión– ofertó US$97.400 millones para comprar todos los activos y tomar el control de OpenAI, desarrolladora de ChatGPT.
No es cualquier oferta. Solo días antes el presidente Donald Trump anunció que el gobierno de EE. UU. invertirá hasta US$500.000 millones en infraestructura de IA, a través de una empresa conjunta con OpenAI, Oracle y SoftBank: Stargate. Fue allí que el CEO de OpenAI, Sam Altman, proclamó: “Este será el proyecto más importante de esta era”. Lo interesante de esta batalla es que Musk y Altman son viejos conocidos. Fundaron juntos Open AI en 2015, pero Musk la dejó en 2018 y separaron caminos.
Altman rechazó la oferta. Pero Musk no se quedó en silencio. A través de su abogado entregó un comunicado en el que afirmó: “Es hora de que OpenAI vuelva a ser la fuerza de código abierto y centrada en la seguridad que alguna vez fue. Nos aseguraremos de que eso suceda”.
El rudo ataque de Elon Musk para intentar hacerse de OpenAI y su intervención abierta a través de su red social “X” en las elecciones de Brasil, Estados Unidos, Alemania y ahora en apoyo de la ultraderecha europea, acrecienta la preocupación sobre el mal uso que algunos pueden hacer de la Inteligencia Artificial en los medios de comunicación y redes sociales para aumentar la desinformación e influir así en los procesos electorales de cada país.
Así lo explica el director del diario español elDiario.es, Ignacio Escolar:
Lo que más me obsesiona este año –y estamos ya en ello– es poder afrontar el reto que supone la Inteligencia Artificial para nuestro trabajo. Cada vez es más difícil fiarse de tus ojos a la hora de evaluar lo que antes considerábamos como pruebas. Las imágenes o los vídeos pueden ser manipulados. Esto nos exige un trabajo periodístico aún mayor porque lo que antes era garantía de veracidad –la foto o el vídeo– hoy no lo es. Yo vivo aterrado con la posibilidad de que nos cuelen una noticia falsa a través de una foto manipulada. Va a ser un problema real. No solo un miedo. A algún medio le colarán una noticia falsa. Espero que no sea a elDiario.es
Si para Ignacio Escolar ese es el miedo que lo atenaza cada día –que es el de muchos periodistas en el mundo– para el buen periodismo en muchas partes de América Latina y de otros países es la subsistencia. Y defenderse del terror que imponen las bandas del crimen organizado.
Para los líderes autoritarios y líderes del crimen organizado que desinforman y declaran la guerra por la hegemonía en el mundo o en un territorio, el buen periodismo es su “enemigo”. Y para eliminarlo desacreditan y buscan estigmatizar a los medios independientes que informan veraz y oportunamente del asalto a la democracia y a sus instituciones.
En un momento crítico para que se conozca la verdad de lo que ocurre en el mundo, una escena grafica la guerra que Donald Trump y su círculo de hierro nos declararon. Ocurrió el mismo 20 de enero pasado cuando el presidente de Estados Unidos asumió el poder. Trump ya había hecho su ingreso triunfal al Salón Oval, el despacho presidencial remodelado por él con águilas plateadas encima de la chimenea (The Wall Street Journal). En un momento en que apareció en centro de Washington, en el Capital One Arena, lanzo: “Nos encanta la Oficina Oval. Las guerras comienzan y terminan allí. Todo comienza y termina en la Oficina Oval”.