Humanidad debe tener amor, al Espíritu Santo y bondad, dice Iglesia Católica

junio 12, 2022

Yhadira Paredes/Xalapa. Será en el mes de octubre del año 2023 cuando se lleve a cabo el Sínodo de los Obispos, quienes durante 3 o 4 semanas tratarán el tema de la Iglesia Sinodal, Comunión, Participación y Misión, tal como convoca el Papa Francisco, informó el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes.

En el comunicado de este domingo recordó que en la conclusión del Sínodo de esta año en la arquidiócesis, el arzobispo José Carlos Patrón Wong destacó que la humanidad debe rescatar tres cualidades, la bondad, la vida en el Espiritu Santo y el amor.

“Como Bernabé, también todos nosotros poseemos estas tres cualidades porque Dios ha colocado una bondad natural en nuestro corazones. Bernabé es el apóstol de hoy que lleva la buena nueva a las diferentes realidades que nos toca vivir”.

Para el próximo año no solo será la Asamblea de octubre de 2023, el evento donde participarán el Papa y los obispos, sino que es todo un proceso que involucra, además, al conjunto de los bautizados: sacerdotes, religiosos, laicos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos.

El Papa Francisco quiere que toda la iglesia reflexione sobre la sinodalidad, un tema que él considera que es decisivo para la vida y la misión de la Iglesia, donde se articulará en tres grandes momentos: la etapa diocesana, la etapa continental y la etapa de la Iglesia universal.

“Con la clausura que se tuvo este pasado sábado en nuestra Arquidiócesis se cierra la fase diocesana y comenzaremos dentro de poco la fase continental. Que el Espíritu de Dios nos ilumine para caminar juntos buscando hacer siempre la voluntad de Dios para darle gloria con nuestra vida participando en la construcción del reino de Dios”.

Y es que fue este sábado cuando la Arquidiócesis de Xalapa llevó a cabo la clausura de la etapa diocesana del Sínodo 2021-2023, «Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación y Misión”.

El Sínodo de los Obispos es un organismo consultivo creado por Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II, para pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando al Papa sobre asuntos de interés para la Iglesia universal.