Imposición y adopción del español neutro es un despropósito para la traducción
octubre 6, 2021
Redacción/El Demócrata. Arturo Vázquez Barrón, traductor literario independiente, planteó que la imposición y la adopción de un español neutro en la literatura traducida no es más que un despropósito, es una imposición editorial por completo, al participar en el II Foro Internacional sobre Estudios de Traducción e Interpretación.
El evento es organizado por el cuerpo académico (CA) Lingüística y Traducción, del Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) de la Universidad Veracruzana (UV).
Desde 1990, Arturo Vázquez es investigador en traductología y en técnicas didácticas aplicadas a la enseñanza de la traducción literaria del francés al español. Es fundador de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli), de la que fue presidente durante el periodo 2017-2020.
En la conferencia “La importancia de los diferentes españoles y la situación de la traducción en México”, mencionó que de acuerdo a datos publicados por el Instituto “Cervantes” en el Anuario del Español 2021, en la actualidad hay alrededor de 490 millones de hablantes nativos del español, cifra a la que se le suman los que aprenden a hablarlo como segunda o tercera lengua, llegando a casi 600 millones de hablantes, “lo que representa una riqueza inagotable de variantes.
”Este asunto se torna complejo cuando se aborda desde el punto de vista de la traducción en general y de la traducción literaria en particular, por la enorme complejidad de los diferentes españoles.”
Se preguntó si en esta maraña de variantes es posible determinar algo que pueda considerarse un “español neutro”, ¿en dónde está?, ¿quién lo habla?, ¿la literatura traducida puede escribirse en este español neutro?
Mencionó que en la práctica profesional y en muchos de los programas de formación vigentes en el país, se exige usar la lengua neutra, a la que muchos actores de la cadena de la formación del libro le siguen apostando sin darse cuenta que lo hacen por algo que no existe en ninguna parte.
“La lógica de rentabilidad editorial hace improbable, pero no imposible, que el mismo proyecto de traducción se replique interminablemente en todas las variantes dialectales del español.”
Entonces, dijo, ¿a qué español se debe traducir? Con todos los españoles que se hablan en el continente, que conviven, interactúan y enriquecen mutuamente sin cesar, acarrea consecuencias para los traductores.
“También para la forma en que hemos de empezar a empujar un cambio en la manera que se conciben las políticas editoriales transnacionales, que ahora nos rigen y que buscan acorralar nuestra muy vigorosa diversidad expresiva.”
Por más que el mercado lo intente, enfatizó, no hay forma de establecer qué español de todos los existentes debe adoptarse como el modelo de traducción.
“Ese mismo mercado debería dejar de intentar otorgarle supremacía a una forma inexistente del español, sobre todo ahora que vivimos en un mundo cada vez más globalizado en lo económico y enmarcado en lo cultural por el surgimiento del concepto de diversidad como valor agregado a las identidades nacionales.”
Dijo que es aceptada como válida la idea de que toda literatura escrita en español no hace sino enriquecer la lengua española, se puede dar el gusto de leer por igual a Julio Cortázar, Manuel Vázquez Montalbán, Jorge Ibargüengoitia, Mario Vargas Llosa.
¿Cómo se puede suponer que el imponer a la literatura traducida una lengua plana y desprovista de matices dialectales es algo literariamente bello o deseable? Comentó que la imposición y luego la adopción de un español neutro en la literatura que traducen no es más que un despropósito.
“Es una imposición editorial por completo, ajena a nuestras necesidades como escritores de traducciones. Son dos realidades completamente distintas.”