La alianza Morena – PT – Verde, nacida para perder. Carece de operadores
junio 24, 2020
El presidente interino de Morena acaba de sellar a cal y canto la alianza triunfadora rumbo al 2021: con la ayuda del Partido del Trabajo y del Verde, no tiene duda de que ganará las 15 gubernaturas en juego, la mayoría en la Cámara de Diputados y el 70% de los Congresos locales, más los ayuntamientos y alcaldías que se les atraviesen en el camino.
Ese es el bloque llamado liberal por el propio Caudillo. Veneno puro para los opositores que ahora sí perderán el sueño ante tal imprecación. Argumento simplista para asegurarle al capataz que ganarán en la pela de gallos, sin tomar en cuenta los equipos contrarios ni los amarradores que puedan traer bajo la manga.
Se parecen a los mariscales ingleses en el África ocupada, los de fuete y monóculo, que pronosticaban desde las colinas cercanas, antes de la batalla el arrase del enemigo, los cientos de muertos contrarios, y a la mera hora eran sorprendidos por la derrota.
Sufren las alucinaciones del iluminado que jura por ésta que nadie tiene la razón para oponerse a sus deseos ni a sus designios para mostrar otra realidad distinta que no sea la conveniente a sus caprichos. Es el simple mareo de la altura, ése que da cuando creen traer la vaca por la cola, y que pueden echar los dados cuando quieran, al fin y al cabo, el que por su gusto es buey hasta la coyunda lame.
Se demuestra que, cuando la soberbia incita a la persona a sobrevalorarse demasiado, envanece y denota engreimiento, egocentrismo y forzosamente elitismo. El narcisismo como desorden de la personalidad, contagiado a todos los cuadros de Morena desde el poder del Palacio Nacional.
Narcisismo político. Nada está encima de su razón
La soberbia es la incapacidad que suele afectar a los mortales que se encuentran de inmediato con una cuota de poder, dijo José de San Martín. Les molesta el éxito de otras personas. Requieren de quienes les rodean que siempre estén alabándolos y resaltando lo que hacen. Narcisismo político. Nada está encima de su razón.
Donde hay soberbia hay ignorancia. Para ellos, los indefensos sólo esperan ser maiceados. El problema es que aparte de votos, lo comentábamos usted y yo, el partido en el poder y sus aliados deben tener gente con qué asegurar la asistencia de los simpatizantes a las casillas electorales y gente con qué defender esos sufragios en las instancias calificadoras.
Y en los dos terrenos, los operadores brillan por su ausencia en los tres partidos coaligados. Morena, el PT y el Verde no tienen, ni tendrán en sus filas, menos a matacaballo exigido por el Caudillo, un ejército electoral del tamaño que se requiere para legitimar las elecciones del 2021. Es demasiado territorio y demasiados cargos.
Son otros momentos… ¡y otros López!
Además, las ambiciones reeleccionistas de los cuadros diletantes de Morena, igual que las de sus patrones, van a romper el saco. Se vislumbra una derrota de emociones y celebraciones anticipadas. Todo por no estudiar, ni el terreno, ni el tamaño del objetivo.
El interino de Morena, Ramírez Cuellar, hace sonar sus tambores con demasiada anticipación. Se refiere a otros momentos… ¡y a otros López! Los de ahora están volteados en contra de las intenciones del partidito en el poder, desgarrado por reyertas internas de dinero. añádale a eso que hay cosas que el dinero no puede comprar.
La última carta contra la proletarización
Pero el bloque triunfador, según ellos, ya se cerró. Y está ciego y sordo, no ve ni oye. Siguen creyendo que se puede amarrar a los perros con longaniza. Frente al panorama del año entrante están dos escenarios, igual de malos para los empoderados: el federal intermedio de 1997 y, más cerca, el del 2019, en elecciones internas, donde Morena fue arrasado en cinco estados del país.
Durango, Aguascalientes, Chihuahua, Tamaulipas y Puebla. Casi todo, aunque Mitofsky daba como hecho el 62.5 de popularidad y simpatía del Caudillo.
No es un panorama del toma-todo, ni ofrece la posibilidad de todo para el vencedor. Será una elección determinada por votantes reflexivos, asustados por el acicate de la miseria, por el temor a la hambruna. El pueblo sabe que se juega la última carta contra la proletarización y las ocurrencias bolivarianas…
… de hacer de México una sucursal de lo peor de Venezuela. Aunque el Caudillo, desde el púlpito laico de la “mañanera” se atrevió a repetir un retintín de mediados de siglo pasado: los únicos intocables, dijo, somos el presidente, el ejército y la virgen de Guadalupe. Por lo pronto, ya lo desmintieron los ejidatarios de Nextlapa, Santa Lucía.
Se posesionaron de los terrenos del pretendido Aeropuerto y echaron pestes contra la soldadesca que no ha pagado sus derechos de posesión, exigieron se cumpla el cuidado a los mamuts, y se respeten los mantos de agua que pueden dejar sin líquido a cincuenta y dos comunidades. Nada más, pero nada menos.
Para el Ejército todas las obras y todas las ganancias
Así que, aunque el Caudillo les haya prometido a los militares que serán los dueños de todas las utilidades que deje la central avionera de Santa Lucía, eso ya no pinta bien.
La organización militar del Estado mexicano sigue siendo un problema latente, pues, como vemos, el Ejército está detrás de todas las obras de infraestructura, del soporte político del aparato de represión, y de las ganancias de todas las construcciones.
Lo que les falta en realidad es un ejército electoral
Suprimir la circulación monetaria, crear una pobreza mendicante, reservar los recursos para los incondicionales, es la plataforma visible del autoritarismo con rasgos fascistoides. El pueblo mexicano tiene una proverbial perspicacia para ver venir los peligros que lo acechan. Este no es el primero.
Y aunque tengan a todo el Ejército para salvar sus ocurrencias, el ejército que les hace falta ya no es sólo el que se disfraza de verde olivo, sino el electoral para llevar a votar a los ninis, a los sembradores de arbolitos, a los becarios y a los de la Tercera Edad. Si no es así, ¿dónde quedará el voto duro de Morena?
No vaya a ser que otra vez comprobemos que los soberbios se muestran insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad. Que la soberbia es el enfado ante la contrariedad, la arrogancia ante la impotencia. Si va a ser así, por qué tanto brinco si está el suelo tan parejo?
Ramírez Cuéllar terminará pidiendo perdón
Después de todo, el soberbio tiene una gran dificultad para pedir perdón. Sólo en contadas ocasiones y porque ya no le queda más remedio ofrece disculpas por actos que haya realizado y siempre lo hace a través de otros, a quienes atribuye las fallas de operación de que se trate.
El perfil está definido. El que pedirá perdón será el mismo al que recularon en su intento de hacer del INEGI la policía política del régimen, el perro fiscal de las averiguaciones. El que tuvo que retroceder en su petición legítima de endeudarse para salvar los agobios económicos del sistema productivo.
Aunque tenía razón en esto último, lo echaron para atrás. Nada raro sería que volviera a suceder.
¿No cree usted?