La Conquista, un asunto de lenguas
Redacción/Xalapa.- “La conquista fue un encuentro de lenguas imperiales: español, maya, náhuatl, etc; Palabras y espadas que dieron lugar a un empalabramiento peculiar cuya trayectoria hace eco de lo que asumimos como el pasado, cuando los idiomas se impusieron”, afirmó el investigador de la Universidad de Chicago, Mauricio Tenorio Trillo.
La noche de este viernes, el historiador cerró el Congreso Internacional 500 años de la ¿conquista? El inicio del tiempo histórico de nuestra era, con la conferencia magistral ¿Palabra es a empalabrarse, lo que Historia es a..?, en el auditorio del Ágora de la Ciudad.
Citó a “Elio Antonio de Nebrija, quien dijo: Siempre la lengua fue compañera del imperio; de tal manera le siguió que justamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después fue junta la caída entre ellos”.
Recordó que el lingüista escribió una Gramática Castellana que el imperio español impuso, y también un Manual diccionario Latín-Español, que sirvió de base para traducir muchas lenguas originarias americanas. «Esta gramática y un discurso en español de Carlos V, en Roma, se consideran los ejemplos más claros del imperialismo lingüístico castellano”.
Lenguas nativas fueron latinizadas –continuó–, aunque todo fue gradual, complicado e inevitable, porque se usó el molde del latín para codificar, por ser la única herramienta que permitía entender los idiomas originarios.
El investigador dijo que, como parte del proceso de pacificación, se determinó expandir dos lenguas indígenas imperiales: el náhuatl y el quechua. «¿Cuál sería el resultado si el español se hubiera impuesto a capa y espada?».
Incluso se planteó el problema de si el náhuatl tenía la capacidad de ser elocuente y expresar la palabra divina, y se hicieron pruebas. Conforme la conquista avanzó el náhuatl se fue topando con otras lenguas: al sur fue la lengua franca, y en el norte, la lengua imperial.
«Cuando se desatan las guerras de Independencia, México ya se había castellanizado y no sólo fue una homogeneización, ya que en medio de un colapso demográfico se privilegiaba el español y el náhuatl».
El español o castellano mexicano nació entre 1860 y 1930: «el nacionalismo lingüístico se dio a partir de la creación de diccionarios locales. Un nuevo cosmopolitismo nació: se integraron muchas palabras e ideas de las lenguas indígenas al idioma nacional.
«Hoy, los españoles ya no son dueños del español. Tenemos un gran respeto, pero ya no cuenta, no tienen importancia. El laboratorio del español es ciudades como Miami, Tijuana, Chicago… El español mexicano es hoy una lengua imperial, aunque los otros imperios no la reconozcan», concluyó.