La gente se muere. El Presidente delira. Y los fanáticos aplauden

febrero 16, 2021

En campaña, el uso faccioso por la ilusión de las vacunas contra el Covid-19 rompió todos los sacos. Evidenció a un gobierno paranoico y desalmado que puede jugar con toda necesidad, así se trate de la emergencia sanitaria más grande de las últimas décadas. Y sólo para que algunos publicistas justifiquen la chuleta y saquen provecho dizque en beneficio del partido oficial. 

Es realmente difícil y dramático aceptar la conducta proterva y criminal de una pandilla de agachados que se atreve a pedir la credencial de elector a los indefensos para condicionar el elemental derecho humano a sobrevivir en la pandemia. 

En cualquier latitud del planeta, hasta en donde moran dictadores y gorilas salvajes en el poder, esto es declarado genocidio o cuando menos un delito de lesa humanidad, perpetrado con alevosía, premeditación y ventaja contra una franja muy importante del género humano. 

‎Lo que está pasando en la campaña electoral mexicana es materia jurisdiccional de tribunales y Cortes internacionales. El responsable único y sus colaboradores pueden ser sentenciados ipso facto, de manera expedita y ejemplar, sin necesidad de tocar baranda, sin procedimientos estorbosos y dilatorios.  

Conducta criminal, como la cualquier despotismo caribeño 

El canibalismo electoral ha llegado a límites de antropofagia. Rebasa la tolerancia de cualquier ser humano en sus cabales, forma parte de un registro mental descontrolado, enfermo, delirante. Ingresa al repertorio de conductas criminales que caracterizan y definen a cualquier despotismo caribeño.  

Reclama hasta la intervención inmediata de fuerzas de paz internacionales que aboguen por los derechos primarios de los mexicanos.  

Demanda el arqueo inmediato de todos los recursos, de todos los presupuestos, la investigación inmediata de todos los procedimientos administrativos de barandilla, legislativos de sumisión y judiciales que han sido torcidos para justificar esta locura. 

Sostiene y predica una ambición reeleccionista mórbida, una codicia sin freno posible para exprimir, sobornar, disfrazar la explotación inmune del pueblo. 

Para ellos el poder es el poder de matar, así, sin más  

La bandera es la actitud permanente de falta de respeto a las leyes, de violación sistemática de los tratados internacionales, que aquí supuestamente tienen la categoría de garantías individuales, de exterminio calculado si la población no se somete a sus apetitos salvajes de poder… y a la ambición reeleccionista.  

El poder para ellos es el poder de matar, así, sin más rebumbios, sin ningún adjetivo, sin ninguna contemplación. Imponer, por encima de cualquier principio y de todo fundamento constitucional o siquiera reglamentario, el trastorno bipolar, el modo reptiliano, el histrionismo delirante, encima de todo rango. 

La sed de triunfo, el capricho y la soberbia, el resentimiento social como franquicia, la gloria política sobre cualquier cadáver, sea de quien sea. La fosa común antes que la derrota, de cualquier norma que proteja la vida, antes de cualquier obstáculo al mando permanente. 

Enfrentar entre sí a las capas de la población por necesidad, por hambre, por empleo –los llamados siervos de la Nación contra los ciudadanos enfermos y pacíficos– supera las tácticas polarizadoras hasta hoy utilizadas, y se inscribe en las páginas de infamia de nuestra historia en común. 

Todas las estrategias estatales de la Cuarta Transformación están sintetizadas en el cuadernillo de los brigadistas que contiene el padrón regional o local de los supuestos beneficiarios de los programas sociales corruptos y maleables al gusto de un tirano casi analfabeta y represor en nivel patibulario. 

Ambición enfermiza de mando absoluto sobre pueblo pobre 

En más de dos años en el poder, el gobierno no ha servido para crear empleos formales, con cualquier sueldo, ni para construir obras de beneficio, ni para brindar seguridad elemental, ni educación, vivienda o grados de salud mínima. Para lo único que sirve es para empuercar el desarrollo normal de una justa electoral que debe ser civilizada. 

En más de dos años, sólo ha servido para someter a los magistrados electorales, a los medios de comunicación protegidos, para torcer los términos de la justicia, para chantajear a los ciudadanos indefensos y empinarlos a boca de urna, para justificar una ambición enfermiza de mando absoluto sobre pueblo pobre. 

Gracias a que todo el presupuesto ha sido dedicado a esos menesteres, a excepción de los fondos en paraísos fiscales, el gobierno, de alguna manera hay que llamarle, no tuvo jamás los recursos para apartar en compra las vacunas. Es el día en que no puede informar cuánto cuestan, aparte de las que ha recibido regaladas de interventores aprovechados. 

Gracias a eso, no sabe todavía dónde se producen las inocuas, las que no causan daños irreparables a la población y no pueden inocularle algunos oligoelementos químicos que produzcan taras genéticas o reproductivas, como se ha detectado desde hace mucho en todo el mundo. 

Caricaturistas partidarios de AMLO, caricaturas de sí mismos 

La gente se muere, el Presidente delira y los fanáticos aplauden. Un chairo se atreve a decir que debemos estar agradecidos de que se vacunen quinientas personas al día, que vean a Estados Unidos, que allá están peor. ¿Debajo de qué piedra viven? ¿Podrán atarse solitos las agujetas de los zapatos? 

Los caricaturistas partidarios del oficialismo se han convertido en las caricaturas de sí mismos. Así de jodida es la abyección. Es ya una vergüenza colectiva que las plumas se sumen a los afanes escatológicos de destrucción masiva. Es una conducta proterva y depravada. 

La muerte sí tiene permiso en esta enferma Cuarta Corrupción 

Gracias a esta Cuarta Corrupción en México la muerte sí tiene permiso. Somos derelictos de un naufragio provocado a conciencia, cantado desde que el truhan dijo, ensarapado, que la pandemia le venía “como anillo al dedo”, esto es, para justificar sus equivocaciones, para acelerar la destrucción del país.  

La población debe votar masivamente para impedirle el gobierno despótico a estos enfermos cuya vida se ha vuelto ingobernable y peligrosa para ciento treinta millones de mexicanos. 

¿No cree usted?