Lo que debía ser la solución acabó siendo el problema

junio 2, 2021

No es fácil que un país sea atacado letal y simultáneamente por dos virus igualmente peligrosos: el de Palacio y el coronavirus. Ha sido por ellos que la economía nacional y la salud pública son hoy un laberinto sin salida, peor que el de Creta. La llevaron a esta condición quienes han importado soluciones que no tienen nada qué ver con nuestros procesos productivos.  

Ni con eso, ni con las fórmulas nacionalistas que estaban diseñadas desde hace más de un siglo en nuestra Constitución Política. Traicionaron su espíritu, destruyeron los basamentos de nuestra identidad colectiva y nos impusieron modelitos y modos calcados de países ya fracasados. 

Si la Nación se encontraba entrampada por el modelo del neoliberalismo global, la apertura indiscriminada del mercado para integrarse a un mundo raro, la desregulación crónica, el desmantelamiento del Estado, el apego irrestricto a los índices macroeconómicos… 

… para controlar la inflación, en lugar de promover la producción, las políticas monetaristas y el recorte de gasto para inversión que promoviera el empleo, la salud, la seguridad social, la vivienda y el bienestar general, lo que sucedió en seguida no tuvo nombre. 

En el mundo acabaron con el neoliberalismo. Aquí no 

Si nos habían amenazado con el petate del muerto advirtiéndonos que, de no seguir por ese camino, iríamos al fracaso porque el imperio era invencible y sus adalides lo habían construido para escribir lo que restara de la historia de la humanidad, los de aquí se excedieron en la respuesta. 

Los más sensatos abandonaron a tiempo las recomendamos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y pudieron salvar muchos de los activos patrimoniales y colectivos condenados al desastre por estos personajes que traicionaron la confianza de la patria. 

En efecto, las actas de defunción de la economía globalizada fueron expedidas a tiempo. Por todos los países centrales y por los países sujetos a la zona de influencia norteamericana. Pero nosotros no. Seguimos cavando para que esos designios acabaran por cumplirse, llevándose lo poco que nos quedaba. 

La 4T fue más allá de las criminales políticas neoliberales 

Los ilusos de la Cuarta Decepción siguieron aplicándolo a pie juntillas, como si se tratara de un artículo de fe y nos sepultaron en la quiebra económica, moral y financiera. Los ejemplos escandalosos sobran, pero nosotros tenemos uno muy cercano: el caso de la economía mexicana.  

No sólo se adecuaron a esas recetas, sino las complementaron con las más letales: destruir el mercado interno, la planta industrial, las posibilidades de empleo, la confianza en la inversión y el arrase de toda posibilidad de certidumbre y confiabilidad en los propósitos.  

Si ideólogos de talla mundial como Paul Krugman y Joseph Stiglitz ya habían advertido sobre el hecho de que la economía neoliberal global no sólo iba a empobrecer al mundo, sino que se trataba de una invención que escondía un verdadero crimen geopolítico. 

El fracaso de la mercadotecnia neoliberal era un hecho consumado, menos aquí en el rancho grande. Desde principios de 2003, los principales cerebros que propusieron desde los puestos privilegiados ‎de asesoría estratégica del Imperio que se admitiera sin chistar la globalización como la solución para el futuro, ya habían admitido su equivocación.  

Incluso, quienes impulsaron al neoliberalismo lo abandonaron 

Aquéllos que habían dicho que era el único modelo para el éxito de las naciones y para trabajar por la democracia, el libre comercio y el desarrollo y el libre mercado para que el mundo fuera manejado bajo el escrutinio de los Estados Unidos, reconocieron que el método había naufragado. 

En ese catálogo de benefactores arrepentidos, debemos enlistar a John Williamson, el principal promotor de la idea global, Jeffrey Sachs, el gran halcón de las políticas de choque, Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro con Clinton e ingeniero financiero de las corporaciones, Joseph Stanislaw, privatizador de los recursos petroleros, Allan Greenspan, jefe histórico de la Reserva Federal, Robert Rubin y hasta George Soros. 

Tuvieron que admitir en todos los tonos que habían fracasado. Nuestros tecnócratas nunca lo admitieron, ni lo asumieron, aunque hubieran dado un brazo por haber podido tomar un cafecito con cualquiera de ellos. 

La 4T aplicó una medicina peor que la enfermedad neoliberal 

Cuando llegó la Cuarta Transformación los responsables siguieron mordiendo el anzuelo. Las complicidades y artimañas son más pesadas que la verdad. Las ganancias no tienen color. Y ahora nos rematan, advirtiéndonos que cualquier sobrante del gobierno se ocupará para el pago de la deuda, jamás para ayudar a los hambrientos, aunque de antemano hayan desviado al extremo el gasto social en programitas ridículos y fallidos. 

La obligación principal de la Cuarta Decepción era impulsar el empleo y la inversión, en obras con efecto multiplicador para ensanchar la fuerza del mercado interno. Hacer fortaleza del país para enfrentar con éxito las políticas neoliberales y resistir a base de decisiones reales para lograr la ventaja ante los embates. 

Llegó la Cuarta Decepción y destruyó la plataforma de empleo, el mercado y la inversión. En pocos meses, después de la toma de posesión, la economía mexicana estaba hundida hasta el cogote. La falta de recaudación fiscal los llevó a saquear todos los fondos de resistencia y dejarnos en los huesitos. Aplicaron como remedio una medicina peor que la enfermedad neoliberal. En cinco meses de gobierno, el producto nacional bruto andaba ya en cero de crecimiento. Una vergüenza mundial. 

Somos ya insolventes y desconfiables en grado sumo 

Se percibe a leguas que al Estado mexicano ya le cerraron la llave de los préstamos monetarios en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. Abusaron pidiendo a espaldas del pueblo y han llevado la deuda externa a un tamaño equivalente a más del sesenta por ciento del producto interno bruto.  

Somos ya insolventes y desconfiables en grado sumo. En los centros de poder no quieren saber nada de nuestros siniestros personajes de la cuarta pregunta que manejan las finanzas y el erario. Malician que están fabricando otro garlito para llevarse el gato al agua. Parecen opinar que son demasiado voraces y desalmados. 

Dicen que manejan los conceptos de austeridad para aplicar los pocos recursos en los gastos electorales. Que cuando se trata de canalizar los recursos a la inversión y al gasto productivo inmediatamente reparan. Dan para atrás y prefieren hacer mutis, aunque el pueblo esté condenado a morirse de necesidad. 

Que podrán esgrimir las teorías que quieran para esquivar sus obligaciones populares, el hecho concreto es que son desclasados que buscan secar el circulante monetario de cuño corriente, sabiendo que nadie les podrá comprobar nada, porque tienen el apoyo de las encuestas.  

Que no tienen la menor idea para combatir la pobreza ni la marginación, ni programas mínimos para aparentar que distribuyen el ingreso nacional. Que sus cabezas son en fin más duras que una piedra de moler chile. Y así no se puede. 

Se guían por ambiciones reeleccionistas y se aferran al poder 

Cuando llegó el coronavirus, el virus de Palacio ya había destruido la confianza en el país. El modelito bolivariano acabó de convencerlos de que no tienen remedio. Son un barril sin fondo. Sólo se guían por ambiciones reeleccionistas y se aferran al poder como dementes. Son más peligrosos y nocivos que los tecnócratas.  

Lo que debía ser la solución, acabó siendo el problema. 

¿No cree usted?