Los favoritos de la 4T ya dejaron al Estado en ruinas

enero 7, 2020

A pasos acelerados, a base de golpes bajos y descontones siniestros, los cuatroteros están triturando, pulverizando al Estado nacional. Ninguna medida por obtusa que sea basta, nada tiene límites, los horizontes de la revancha, la ineptitud y la ignorancia han logrado el Golpe perfecto. El auto Golpe, pues.

La tormenta social y económica que ya está sobre nosotros, sobre absolutamente todos los que habitamos en este laboratorio político de la reelección presidencial, se ha fraguado sobre una supuesta legitimidad electoral de pacotilla, llevándose entre las patas hasta el apellido democrático de la Nación.

El funcionamiento real del sistemita inventado sobre las ruinas de lo que simplemente funcionaba, sólo obedece a una palabra del caprichato: el favoritismo, un concepto rupestre sin remedio.

Es un favoritismo ranchero, sustentado en el miedo a los poderosos, en el pago a los favores atrasados, en el agradecimiento a los moches del pasado, en el terror a los carteles y a sus facturas pendientes –todavía insaciables– del llamado nuevo régimen de la Cuarta Transformación.

Nadie sabe dónde se encuentra el fondo de este pozo de los engaños. Nadie en su sano juicio se explica cuál es el límite al que debamos llegar para solventar la esquizofrenia. Nadie rezonga, nadie reclama a la voluntad caudillista, nadie se atreve a ponerle un hasta aquí a este desastre.‎ El único que decide no lo hace ni frente al espejo.

Toda la familia de Payambé López controla media República

El Estado se va convirtiendo en ruinas. Por falta de gran visión, por no saber jerarquizar las necesidades urgentes e importantes de la sociedad, por desconocimiento absoluto de la estrategia mínima para conducir un barco… naufragado antes de zarpar.

Gran parte del feraz territorio sur del país está manejado por estas sensiblerías. Chiapas, Tabasco, Campeche, Veracruz, Yucatán, Quintana Roo son arrasados por una sola tribu familiar cuyo jerarca, el desconocido Payambé López Falconi, es el responsable de haber financiado al movimiento desde su origen.

Poderosos secretarios del Despacho presidencial, como ese bodrio de Rocío Nahle, empoderada al grado de la invectiva y del desprecio –«tengan su Texcoco, váyanse a la Tapo», su último grito de guerra– juega el papel de princesa y de Malinche en el drama, dirigiendo los destinos petroleros y energéticos del desarrollo nacional. Los subalternos se someten a ciegas.

El Tren Maya, obra máxima del caprichato de los cuatroteros

En Yucatán, Quintana Roo y Campeche truena su chicharrón El Frijolito Rogelio Jiménez Pons, ex nini cinematográfico en situación de calle, forrado en aquellas tierras por proyectos igual de ubérrimos que tronados, como el Tabasco 2000 de Rovirosa Wade, los negocios de Fonatur y el despampanante Tren Maya.

Un pequeño y grande imperio compartido con altas esferas del poder. La consulta a mano alzada entre grupos de mendicantes, repudiada por la Organización de las Naciones Unidas y los posibles prestamistas, ha profundizado este desastre económico. Su costo, una vez que se tomó la decisión de financiarlo con el dinero inexistente del presupuesto fallido, ya se mide en bromas de mal gusto.

Mientras que su éxito turístico dependerá de que los visitantes europeos de la Riviera Maya prefieran tomar el ferrocarril de mosquitos para ir de Chichen Itzá a Palenque, en lugar de hacer lo que siempre han hecho: tomar un avión público o particular, o un taxi aéreo.

Falta que en cualquier trayecto de esos caminos reales, de los cuales ni se han empezado a juntar los centavos para pagar los derechos de vía, se les aparezca el empetatado, y nos acordemos todos del Chivirico, de Tony Camargo y de Benny Moré, junto con el hombre aparecido.

No importa, mientras entren al juego los magnates neoliberales de extracción panadera, pulquera, telefónica, televisiva o refresquera. Todos ya andan en el ajo, soliviantando la tormenta.‎ No importa, siempre y cuando los precios inflados den para todos, se pueda armar la repartacha. Nosotros, como el chinito, “no’más milando”.

Al fin y al cabo, se trata de la obra cumbre de los cuatroteros, esa que responderá con garbo y trapío a los treinta millones de votos del cuento. El Frijolito, junto a las familias concesionarias de polendas, están a un paso de entrar por la puerta grande a los logros del caprichato. ¡Hágame usted el refabrón cavor!

El mamotreto recesivo de la reforma fiscal, una amenaza real

‎Por ausencia de la necesaria asesoría de campo, la obrera del sindicalismo nacionalista, el sector petrolero se va a pique. Octavio Romero Oropeza tasa por igual a tiburones y a subcontratistas emblemáticos de esa industria. Resultado: la retracción y el desconcierto, ciento cincuenta mil trabajadores sin cabeza ni representación que con su probado conocimiento de campo bien podrían hacer la diferencia.

Los capitales extranjeros, una decena de miles de millones de dólares que iban a financiar colateralmente las empresas de energías limpias, colaron ya rumbo a la Sierra Mojada, como dice el corrido de Lucio Vázquez.

El mamotreto recesivo de la reforma fiscal cazadora de brujas, amenaza con causar más daño que el esperado. Contribuciones, derechos, productos, aprovechamientos y tarjetas, a la lona. El dinero en efectivo, al colchón. Si alguien pensó que las cosas ya no podían estar peor… ¡se equivocó!‎ Ésta ya es la tierra de Peter Pan, la de “nunca jamás”.

Todo lo que se presume son saldos, inercias del pasado doloroso

Los cuatroteros y amlovers de corazón no tienen medida. Ya ningún chile les raspa, se sienten los elegidos de la nueva revolución. Desde las heroicas alturas de su esquizofrenia diseñan un lienzo de hambre, desempleo, parálisis, muerte y traición.

Slim sigue siendo el dueño del pandero, de los aplausos perdidos y de la voluntad esquiva del Caudillo. El pueblo sabio cree que es un filántropo desinteresado, un munificente absoluto, y que él solito podrá levantar lo que queda de la economía nacional. No sabe que puede ser el plan B en la sucesión, si al Caudillo le da güeva reelegirse.

La Cuarta Transformación quiere apropiarse la construcción del Emisor Oriente, una obra cansina, terminada después de treinta años de presupuestos exprimidos por cuanto prócer pudo hacerlo. Porque todo lo que se presume son saldos, inercias del pasado doloroso, imágenes vivas de los regímenes corruptos, encuentros con la vieja oligarquía de todos los tiempos.

Vamos, ciertamente, hacia el abismo de todos tan temido

Para colmo: los dineros dirigidos a los ninis jamás llegaron a su destino. Se perdieron en el camino entre los bolsillos de la epónima Bertha Luján y de los gastos del PES, partido increíble, para financiar el logro de su nuevo registro ante el INE.

No sólo nada ha cambiado. Todo es en reversa sin espejo, menos las amenazas y algazaras de la Cuarta Transformación que son ya de calamidad y vergüenza. Vamos, ciertamente, hacia el abismo de todos tan temido.

¿No cree usted?