diciembre 4, 2019
Como mexicano, como periodista, me dio mucha vergüenza que los diarios dizque nacionales no ofrecieran un espacio a las animosas palabras de Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, al inaugurar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En ellas se sintetizan las respuestas de la sociedad al injusto oprobio y al despotismo que se vive en la Cuarta Transformación.
En la ceremonia inaugural de la edición trigésima tercera de la Feria, el pasado sábado 30 de noviembre, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez criticó, otra vez, la red de control que ha tendido desde Palacio Nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador. Destacó también que las decisiones tomadas en Palacio Nacional están debilitando la institucionalidad en México.
“Cabezas agachadas, jamás”, dijo el heredero en línea histórica de una tradición libertaria de una pléyade de jaliscienses que fijaron rumbo en el pasado reciente contra la opresión. Hermenegildo Romo García, Fernando Medina Lúa y Enrique Alfaro Anguiano, su padre, entre muchos otros. Algunos, víctimas de los regímenes autoritarios, opuestos a la libertad.
Es un eco que resuena actualmente en el panorama público de nuestro país. Igual que el injusto desafuero de hace 15 años, las palabras convocan hoy a miles de mexicanos a unificarse en contra de designios caprichosos que tratan de acallar las voces de la Nación. La historia es cíclica, no puede olvidarse en estos momentos aciagos.
Les recortaron presupuesto, los maltratan… y ellos, ¡agachados!
Los cariacontecidos, políticos de la gran cultura de siempre, invitados al presídium de la celebración, con gestos largos, preocupados, por las amonestaciones que vendrán al no contestar al atrevido. Entre ellos el recién designado por segunda vez rector de la UNAM, Enrique Graue, sin saber dónde meter la cara.
Todos ellos, en mayor o menor medida, objetos de recortes inopinados, de censuras autoimpuestas, de maltratos asumidos con estoicismo de mendicantes para no desagradar al Caudillo, que así se seguirá sirviendo con la cuchara grande. Un retrato fiel de la desgracia que se vive en la todos los ámbitos.
El miedo es la base del poder. Cuando se acaba, el gobierno cae
Era y es necesario alzar la voz, no estar ateridos por el miedo que se inyecta desde las altas esferas. El que calla, hace el papel de mercenario viviendo a expensas de los contribuyentes. Defienden la imposición, los fraudes, la corrupción galopante, productora de grandes moches y comisiones.
Cuando no es así, es simplemente por su naturaleza, su manera de existir, comer, gozar y respirar a costillas de los demás. El miedo es la base del poder. Cuando se acaba, el gobierno cae, decía Aristóteles. Se trata del miedo manipulado, el que sirve a intereses concretos.
Y por ahí, por esa tribuna, hoy de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, puede gestarse un movimiento que nuclee a los candidatos limítrofes en el occidente – noroeste del país rumbo a las gubernaturas cuyas carreras iniciarán el año próximo.
Inició la batalla popular para hacer frente a la ignominia y mentira
Se estaban tardando los acontecimientos, pero al fin llegaron, impulsados por la necesidad de resistir el embate oligárquico que se proyecta desde el centro de la República. Desde ahora puede preverse la conformación de un Frente Occidental de lucha contra las imposiciones corruptas de Morena, el partido oficial, y de las burocracias gigantescas y pueriles.
Desde ahí debe iniciarse la batalla popular para hacer frente a la ignominia y la mentira. No tardarán en surgir nuevos polos de desarrollo político en la búsqueda de la representación gubernamental y parlamentaria. No debe desperdiciarse esa coyuntura.
Porque para hacer frente al miedo, hace falta bandera y decisión. El fin del miedo es justificar y hacer posibles conductas gubernamentales inadmisibles y hasta ñoñas. Su objetivo es vaciar a la democracia de contenido, extirpar valores consagrados por movimientos críticos y pensamientos libres que ponderan el valor de la autenticidad…
… la libertad sin tapujos, y la universalidad, para sustituirlos por un rancio retroceso y un mañoso patrioterismo, hasta indigno de cualquier mofa. El miedo inducido desde las burocracias ubica de inmediato al margen de la ley a cualquier ser pensante o diferente a los agachados.
Los medios de comunicación tradicionales distribuyen el miedo
El miedo es el enemigo a vencer, incluso antes de que el inaudito programa que ofrecen o que la diversidad de planteamientos para superar la miseria sea un fracaso. Simplemente, porque programa no tienen. El vademécum de las soluciones es el que les recetan desde las cavernas en que los criaron.
No existe más que eso. Se atienen a lo que les dicen que se haga, y para eso deben contar con un elenco de paniaguados, inteletuales, editores, encuestadores y concesionarios de medios impresos y radioeléctricos, subyugados por los enormes beneficios y pagos a su talento hecho para la elusión y la mentira.
Son los distribuidores del miedo. Los que tienden la cama en las salas y en los reclinatorios del despotismo, de la dictadura, del autoritarismo huehuenche, el que hace posible cuando la gente calla el reinado del terror como base del gobierno, aunque nunca se atreva a pronunciar su nombre.
Son los que mezclan las especias y condicionamientos del caldo de cultivo ideal para que florezcan entre nosotros todas las tesis de la ultraderecha. Son el mejor termómetro para saber cuándo se ha secuestrado cualquier asomo libertario y desde tiempos remotos el indicador efectivo para medir los grados de traición a un pueblo.
Todo es chusco. Lo que hacen se revierte y se somete a la razón
Por eso siempre se ha sostenido que allí donde hay miedo, existe una claque gobernante que le tiene terror a la libertad. Que aplica la medicina idónea para atacar el raciocinio y la solidaridad indispensable, aquella que debe utilizarse para erradicar sus mismos conceptos truculentos.
El miedo siempre se convierte en ridículo. Los mensajes del temor se incriminan solos, los paniaguados se descubren al momento y pierden capacidad de amedrentamiento. Todo es chusco. Lo que hagan se revierte y se somete a la luz de la razón.
Más nocivos la falta de dinero y seguir fumándose “las mañaneras”
Porque no nos engañemos: hay miedos más feroces que igualmente acompañan al terrorismo del narcotráfico. Dígalo si no el miedo al terrorismo fiscal que se avecina, el miedo que experimentan los enfermos por la ausencia de medicinas, la pompa con la que trata de ocultarse el crecimiento cero…
… y el decrecimiento inminente, la falta de dinero para la importación de comestibles que está tocando a la puerta. La devaluación, el truene del Estado, el arrase de todos los conceptos. El hambre y la miseria en toda su expresión, de seguir las cosas como van. Ese puede ser el terror inminente, lo demás puede ser bisutería.
El terror de seguir fumándose “las mañaneras” es más nocivo que las palabras libertarias a las que ahora no se brinda espacio en los pomposos medios de comunicación masiva… según ellos.
¿No cree usted?