Paz y Borges enaltecieron el oficio de la traducción: Pablo Montoya

noviembre 19, 2021

Redacción/El Demócrata. Pablo Montoya, escritor colombiano, dialogó sobre la faceta de traductores de Octavio Paz y Jorge Luis Borges, al impartir la conferencia “Borges y Paz: traductores”, el miércoles 17 de noviembre. 

Este evento se desarrolló dentro del V Curso-Taller Traducción y Literatura organizado por la Cátedra Interamericana “Carlos Fuentes”, la Dirección General de Relaciones Internacionales (DGRI) y el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) de la Universidad Veracruzana (UV).  

Pablo Montoya mencionó que Jorge Luis Borges comenzó a traducir desde que era un niño, ya que su familia con ancestros portugueses, españoles e ingleses lo situó en la realidad del multilingüismo y la extraterritorialidad.

El argentino tuvo al español e inglés como lenguas maternas, además aprendió alemán, francés e italiano, y tradujo la obra El príncipe feliz de Oscar Wilde a los 10 años.  

El escritor colombiano comentó que para Borges la autoría de un texto no era importante, ya que daba un mayor peso a la tradición literaria conformada a través del tiempo. 

Explicó que el literato defendió que la traducción se presentaba en dos formas: una en la que se acogía a la literalidad y respetaba todas las singularidades verbales, y otra en la que aligeraba el texto de toda parafernalia inútil y reducía su esencia a lo más exacto.  

Borges jamás se inclinó por ninguna de las dos, ya que a ambas las consideró valiosas.

Pablo Montoya comentó que Octavio Paz afirmó que Babel fue la primera ciudad cosmopolita de la historia y que la confusión de sus lenguas fue una condena a una sociedad plural que admitía la existencia de los otros.  

Mencionó que el ensayista mexicano confrontó la traducción desde una perspectiva filosófica, al entender que es garantía de comunicación entre los hombres y sus culturas.  

“Paz se abrió al mundo y concluyó que cada lengua representa una visión de él y de nuestros semejantes”, aseguró. 

Octavio Paz comprendió que la traducción jamás es una actividad imposible y que ofrece una posibilidad de comunicación, pero sobre todo de comunión, y defendió su camino como una senda que la une y la reclama como una operación análoga a la creación poética.