Petulancia y soberbia, venenos fatídicos de la 4T

enero 9, 2020

No hace mucho, un literato laureado con el Nobel llegó a la conclusión de que la ética era similar a la digestión: cada uno tenía la suya. Los más despóticos presidentes norteamericanos, parafraseando al Tercer Reich, sentenciaron que al su Imperio ‎le tocaba escribir lo que quedaba de la historia de la doliente humanidad.

En ese intríngulis de derrumbe de valores, feroz belicismo y vasallaje indiscriminado y ventajoso se encuentra el mundo, atrapado entre la devastación y la extinción, ante los umbrales de agresiones regionales que pueden llevarnos inexorablemente a una tercera guerra.

Sí ésta fuera cruenta y despiadada, no dejaría de ser una injusta agresión de los más ricos –que controlan el 95% de los ingresos planetarios– contra los desvalidos y miserables que son vistos sólo como carne de presa de los ambiciosos poderes financieros, bélicos y comunicativos transnacionales.

Si la tercera guerra fuera incruenta no sería menos despiadada, toda vez que representaría la prolongación ominosa de las condiciones de explotación a la medida de los centros dominantes, que se encuentran bajo el apetito de mentalidades terroristas.

Estas tienen como objetivo eliminar las fronteras territoriales de las naciones para unificar el pensamiento humano en un sentido unipolar y monocorde, tal como es concebido por el terrorismo global. Lástima por aquellas naciones que todavía sufren este fenómeno frente a sus ventanas.

El belicismo enmascara el saqueo a los países pobres

La segunda gran potencia mundial, como ha sido llamada la opinión pública por cierto grupo de pensadores conspicuos, ha presentado un frente común contra las invasiones preventivas, las amenazas contra supuestos «ejes del terror»…

… refiriéndose a naciones ubicadas entre el Ecuador y el Paralelo 38 del planeta, habitadas por iraquíes, libios, afganos, mexicanos y coreanos, entre otros, para avalar el saqueo indiscriminado de las materias primas en los cinco continentes y aun la rapiña desenfrenada…

… que han desplegado, enmascarados de filantropía en las naciones más ‎pobres del archipiélago indico y las naciones del Mar de China, devastadas por hecatombes naturales. Todo ello a cambio de garantizar el control de sus luchas intestinas e imponer la supremacía universal.

Caos, cuando los lidercillos provocan el totalitarismo

El imperio de la razón, oportuno y necesario, pero nunca suficiente, debe estar apoyado en auténticas luchas de liberación de gobiernos populares en alianza con sus sociedades nacionales. De esa manera habría condiciones para restablecer un orden interno que recompusiera los equilibrios, para hacer que prevalezca el derecho humanitario.

Pero cuando en las naciones que están obligadas a hacerlo germinan lidercillos petulantes y soberbios que, en lugar de luchar contra el totalitarismo lo provocan, todo se convierte en caos. Porque la petulancia es un defecto que perjudica enormemente al que la incentiva como al que la sufre.

Petulante, el Caudillo dice que tras él… el diluvio

Esa postura de promover en el desastrado inicio de un mandato sexenal reformas pendencieras que derrumban los cimientos de una Nación, que confrontan a los poderosos con los débiles sin acertar quien merece los premios y quién los castigos, todo en función de un populismo trasnochado, ha dado al traste con cualquier esperanza de cambio para mejorar.

Al contrario, sume al país en el descrédito internacional, a la economía en un prolongado estancamiento, con mayúscula inflación, inminente devaluación y creciente encono, mientras el Caudillo sentencia a diario que sus reformas llegaron para quedarse, que son irreversibles contra todo intento de modificación, aunque éste sea promovido por dirigentes electos en el futuro inmediato.

La soberbia es el amor desordenado de sí mismo

Una pobre transformación que no ha podido aplicar un ápice de justicia elemental se yergue como la dictadora de un nuevo país, muy diferente a aquél con el que soñaron los votantes de julio del 2018. Ha nacido un gnomo político, poblado en sus cúpulas dirigentes por corruptos, inexpertos e ignorantes.

Cuando se juntan la petulancia y la soberbia es como cuando se encuentran en una mesa el hambre y las ganas de comer. Son, como todos los binomios, inseparables y demoledores.‎ El atributo personal de la petulancia se posesiona de las almas débiles y por lo mismo rencorosas, revanchistas y vengadoras.

‎La petulancia entre los líderes de naciones grandes y chiquitas debe entenderse en íntima relación con la soberbia. Esta falta moral es repetidamente señalada pero poco reflexionada en cuanto a su naturaleza. Una definición clásica remite a que la soberbia es el amor desordenado de sí mismo.

Esto significa que el petulante dará más importancia a los propios anhelos, a la propia condición que a la ajena. Por ello es entendible que se considere a la soberbia como la raíz de los otros vicios, de los demás defectos. El soberbio y petulante se ve a sí mismo como el ideal, sin que existan posibles fallas, circunstancia por la cual será reacio a intentar cambiar, porque sólo puede mejorarse lo que se asume como imperfecto.

La 4T se ha convertido en nuestra particular tercera guerra

En el modo petulante se expresa esta soberbia tanto en la oralidad como en el comportamiento para con otros. Así, se referirán las acciones propias como grandes hechos, como dignas de ser replicadas por los demás. El petulante descalifica cualquier observación ajena por el solo hecho de que proviene de otra persona.

Sin que por ello se considere si la observación es positiva y si puede agregar algún valor. Todo este tipo de comportamiento se ve reflejado en un intento permanente y cotidiano por ser el centro de la atención en todo, en cualquier momento.

Por ello no podemos coincidir con el gran Tony Camargo: el año viejo no “nos ha dejado ni una chiva, ni una burra negra, ni una yegua blanca”. Sólo la atadura a un sub ser de peluca anaranjada, frente a la burla hemisférica y frente a la indefensión mundial. La Cuarta Transformación se ha convertido en nuestra particular tercera guerra.

¿30 millones de votos para revocarle el poder al Caudillo?

‎Empezamos el nuevo año en manos de los fascistas de izquierda. Ante la incapacidad demostrada del Caudillo y de sus operadores. Observando la misma película del primer año, con todos escondidos bajo el ropaje falso de los treinta millones de votos.

Envalentonados por un apoyo popular que ya no existe, pero que se usará para pedir que en cualquier ejercicio de revocación de mandato, si llega a darse, exigirán mínimo esos treinta millones para defenestrarlo. La inconsecuencia vil.

¿No cree usted?