Poli ser incluyente: personas plurales, diversas, fraternas e inclusivas

octubre 6, 2022

Juan Manuel Vázquez Barajas. Las generaciones que nacieron en este milenio son modernas, innovadoras y disruptivas. Buscan un trato entre iguales con dignidad humana, pero no basado en el naturalismo, sino en forma fraterna, plural, armoniosa, incluyente, amorosa y diversa. La niñez y las juventudes del siglo XXI no quieren el deber ser, no les importa Kant, no les interesa esa postura filosófica, no les preocupa la deontología, como rama de la filosofía, les interesa más el ser, esto es, son más ontológicos.

Encajan más con Aristóteles y su postura ontológica: el ser. Vivir, ser pleno, gozar, caminar, sentir el aire fresco, hablar, disfrutar de las presencias y que los sentidos nos den felicidad y placer, sobre todo, dicha, armonía y la búsqueda siempre de la felicidad y no del yugo o del hierro. Ser virtuoso, bajo la ontología, implica ser feliz.

La postura filosófica de la moral y la ética prevista de un deber ser, de una forma de actuar programada, planeada, diseñada por otras personas, en la que no hay mucha creatividad ni innovación, no hay nada que desarrollar más allá de lo que hoy tenemos o conocemos.

En el fondo, la postura deóntica, como corriente filosófica de la ética es un freno al desarrollo y a la evolución. Quizá la postura ontológica también lo sea, coinciden en su crueldad, el ser fomenta sólo al propio ser, sin cambio alguno de mejora o sin respetar los derechos de las demás personas.

Hoy no mover el estatus quo es un genocidio. La conducta humana está planificada con una moral, principios éticamente hechos para imponernos una decisión correcta y premiable, en una sociedad que busca ser reconocida, referida y aplaudida en redes sociales, como eje rector del diseño de lo público y de las decisiones políticas.

 

Las juventudes, considero yo, no están equivocadas. La exageración deontológica puede matar a las personas, ha generado desdicha y sobre todo involución hacia la pluralidad, diversidad y dignidad. Como corriente filosófica, tuvo efectos en la ciencia del derecho imperdonables por sus efectos homicidas contra la humanidad.

Uno de estos fue la postura Kelseniana, profundamente impregnada por Kant, en la teoría pura del derecho, donde la ley era la ley y la justicia quedaba como una meta a lograr en el reino de los muertos y, en forma sarcástica, como dicen algunos defensores de esa corriente, la ley es la ley, aunque no sea justa.

En cambio, el ser con su idea de que nos desarrollemos plenamente y que la meta no sea el cumplimiento de un deber moral o ético, busca una postura de la convivencia diaria, de las relaciones que tenemos entre todas, todos, todes. No esa imposición del deber ser, por ejemplo, el binarismo: hombre o mujer. Esas posturas dañaron y siguen matando, desde la ilustración y la construcción de razones científicas y no religiosas.

Es común acusar al sector religioso de la muerte de la humanidad por más de dos mil años, pero también la ilustración con sus teorías científicas, en particular las posturas deontológicas, también lo han hecho, en dimensiones tan graves, como la Santa Inquisición. El ejemplo deontológico, más claro, es el genocidio perpetrado por los nazis, en la segunda guerra mundial.

Tengo tres valores, que siempre han rondado mi mente, desde que era muy pequeño: ser justo, inclusivo y empático o fraterno. La deontología y la ontología, una defendiendo el deber ser (incrustado en las leyes) y la otra, el ser y el desarrollo pleno de la vida, no han logrado la felicidad del ser humano. La primera postura es una atrocidad contra el humanismo, la segunda también es cruel porque no busca que seamos mejores personas, sino todo lo contrario, el reino del sentir y del placer sin límite por las terceras personas.

No concuerdo con ambas posturas éticas, creo en una tercera vía. Siempre he pensado que podemos tratar con dignidad. Mi postura es más humanista, desde una percepción más material, en la que una solución para construir el conocimiento busque la plenitud de la felicidad.

La meta es construir una tercera vía que evite el sufrimiento, que éste quede en el pasado de estas corrientes del conocimiento científico. Coincido con las jóvenes del siglo XXI, un poco de más caos y desorden, menos deber ser, más fraternidad y mucha felicidad.

El humanismo es una posibilidad de solución a la tercera vía, pero no como está concebido. Debemos construir una categoría, sí donde el ser humano sea el centro de nuestro actuar, de lo correcto o lo incorrecto, pero con consideraciones, que me lleva a plantear que el humanismo no basta. Se requiere algo más que ello.

¿Qué es eso? Es algo poliárquico, como en la democracia que ha sido rebasaba por la poliarquía, con todo y su principio de mayoría y minoría, como lo planteaba Dahl. Así de profundo debe ser un cambio para regular la conducta ética de las personas, sean binarias o no lo sean.

Hablar que existe un estado de derecho constitucional y democrático, soportado por las corrientes del actuar deontológico es un crimen al conocimiento científico y a la filosofía. No es suficiente el ser y la ley, ya han demostrado su fracaso en dos mil años.

Concluyo con una idea, más simple, de lo que aprendí de la vida, la meta, al final, de ésta  es la felicidad y el amor. Para encontrarlo no basta la ontología, la deontología o el humanismo de Petrarca o de Sartre para resolver este cuestionamiento ético, al que debemos responder las personas.

La puerta está abierta para que entre todos, todas y todes construyamos un mundo disruptivo, polémico e innovador, pero también fraterno y armonioso, que respete la dignidad humana como base angular de una nueva postura filosófica de la ética: “poli ser incluyente”.

¿Cómo elaborar una nueva postura ética, de lo correcto e incorrecto? Propongo construir una nueva corriente ética llamada Poli Ser Incluyente. Personas plurales, diversas, inclusivas, resilientes y fraternas, pero bastante disruptivas en la búsqueda del placer y la felicidad de todas las personas, donde nadie sea discriminado por ninguna causa o excepción a la calidad de la dignidad humana.