Reabre el Museo de Sitio La Ferrería en Durango

agosto 23, 2024

Redacción Xalapa.- El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), informó la reapertura del Museo de Sitio la Zona Arqueológica de La Ferrería, en Durango.

Como parte de la red museística de la Secretaría de Cultura federal, dará inauguración a la renovación de su guion científico y museografía, en la que se incorporó la información surgida en la última década.

Indicó que esto se derivó de los análisis antropofísicos realizados a osamentas recuperadas en el sitio, y que hoy permiten conocer la posible fisionomía de sus pobladores.

La institución informó «El museo acaba de reabrir y ofrece una ventana a ese pasado, revelando la vida y cultura de la región, un entorno rico en recursos naturales gracias al cauce del río Tunal, del que sobresale el cerro Ayala con sus dos cumbres, donde se distribuyen los monumentos del centro ceremonial prehispánico».

La Ferrería es uno de los sitios arqueológicos más importantes del norte de México, y su ocupación se remonta a más de 1,000 años, con una sociedad compleja que mantuvo fuerte conexión con otras culturas de lo que hoy es el suroeste de los Estados Unidos y de Mesoamérica, entre 600 y 1350 d.C.: el sur de Sinaloa, norte de Nayarit y de Zacatecas, costa central de Sonora, y la sierra de Chihuahua.

Acerca de sus moradores antiguos, el estudio de restos óseos y del medioambiente ha confirmado características físicas particulares: Los hombres, en promedio, tenían 1.70 metros de altura, considerablemente alta para la época. Tenían brazos y troncos delgados, con músculos marcados y tez morena. Sus rostros eran medianos y anchos, y sus piernas presentaban formación atlética, resultado de los recorridos para la caza y recolección de alimentos.

A su vez, las mujeres tenían 1.60 metros de altura, en promedio, y rasgos gráciles. Presentaban musculatura particular en brazos y piernas, especialmente en el empeine, característica desarrollada por el trabajo físico al moler semillas y granos en el metate, que eran parte fundamental de la alimentación.

Ambos sexos solían llevar el torso desnudo y usaban taparrabo. La larga cabellera, negra y lacia, era símbolo de estatus y buena salud en las comunidades amerindias. Ellas la lucían en peinados enrollados a los lados o trenzas. El atuendo se complementaba con adornos, como aretes de cobre de los que pendían conchas colgantes, y collares de cuentas, elaboradas en coloridas piedras, cerámica, hueso y concha.