Simbolismos y armonía conviven con la creación lúdica y música en Cumbre Tajín

Danzas tradicionales, talleres, acrobacia ritual, bordados de la memoria y conciertos de múltiples géneros conforman un programa excepcional.

marzo 24, 2019

Redacción/Xalapa. El cuarto día del Festival Cumbre Tajín se vive entre danzas tradicionales; diálogos en torno al bordado de la memoria; talleres de baile, creativos y artesanales; sanaciones de diversas tradiciones; asombrosas acrobacias rituales; el dulce sonido de la lengua totonaca expresada en poemas y canciones, y los conciertos nocturnos que agitan el cuerpo y la voz. Así, en el Parque Takilhsukut, ubicado en Papantla, Veracruz, se convocan y difunden los encuentros de las identidades, los saberes y los gozos.

A lo largo del día, la Plaza del Danzante se llena de giros, colores, sonidos y mitologías con las danzas del Totonacapan gracias a la presentación de 1,200 danzantes de 14 municipios veracruzanos; además de danzas de Tlaxcala y el Estado de México. A este catálogo de actos rituales nacionales, en esta edición del Festival se suman Canalón de Timbiquí, grupo de música afrodescendiente del Pacífico colombiano; la danza sufí de giro derviche, de Turquía, que pertenece a la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y el Consejo de Ancianos Mbya Guaraní, de Paraguay, que alumbra el camino con sus rogativas matinales.

También por la mañana, los Abuelos del Kantiyán (la Casa Grande de la Sabiduría Totonaca) recibieron el mural El bordado como memoria propia y dialogaron con sus creadores en torno a los simbolismos resguardados en esta obra. Para ello, el grupo Xochikali Tepeco (taller de bordado en punto de cruz y pespunteado) junto a jóvenes de la Universidad Intercultural y abuelas sostenedoras de la tradición bordaron el mural que desde el 20 de marzo ha estado expuesto en la Casa Mundo del Algodón y este sábado llegó ante el Consejo totonaco acompañado por cantos, música, danza y la palabra de las tradiciones ñohus, totonacos y nahuas.

Como reflejo lúdico de estos diálogos culturales, durante todo el día, por los pasillos del Parque Takilhsukut caminan niños y adultos tocados por la magia de la creación lúdica de los talleres. En sus manos llevan papalotes, figuras de cera, muñecos de pinzas, flores de totomoxtle… y en sus pies, el ritmo compartido de la danza africana, el zapateado jarocho, el vaivén huasteco y, por supuesto, las danzas tradicionales.

También hay ecos de la búsqueda del equilibrio entre el cuerpo, el espíritu y la naturaleza en los cientos de personas que salen del Nicho de la Purificación tras disfrutar un masaje, vivir un temascal o recibir los beneficios de alguna de las decenas de terapias alternativas que ofrece Cumbre Tajín.

Por la tarde, mientras en la Aldea de la Paz hay música espiritual, conversaciones de conciliación y sesiones de yoga, a un costado, en la Explanada de la Maroma se suceden los actos del Laboratorio de Acrobacia Indígena que reúne zanqueros, acróbatas y equilibristas provenientes de diversas comunidades indígenas.

A manera de reposada contraparte, en la Casa de la Palabra Florida se reúnen los palabreros que participan en los respectivos concursos de poetas y cantautores en lengua originaria. Ahí, se eslabonan los sonidos totonacos de la cotidianidad, la memoria y las pasiones.

Por la noche, en el Nicho de la Música se agita el rock tzotzil de Zak Tzevul, el son jarocho de Los Cojolites, el espíritu prehispánico interpretado por Tribu, la música prehispánica-electrónica de Alyosha Barreiro, el tropipop de Little Jesus, el rock alternativo de División Minúscula y la rockera agitación de Molotov.

Así, celebra Cumbre Tajín 20 años volando alto y se prepara para el último día de la edición 2019, este domingo 24.