Una mente chiquita sólo aspira a pobres resultados

septiembre 25, 2020

Suponiendo sin conceder que el slogan tan repetido de “no robar, no mentir, no traicionar” fuera cierto y se cumpliera afanosamente por quien lo ha convertido en santo de su devoción, éste sólo correspondería al pensamiento de una mente chiquita, nunca a la visión de un hombre de Estado. Pertenece a una concepción reducida del gobierno de una Nación. Por algo es de su cosecha. 

En caso de querer aplicarle a México un retintín de esa naturaleza, que corresponda a lo que ha pasado, tendrían que armarse juramentos y compromisos‎ como no matar al gobernado, no fallarle al pueblo, no sustraer los recursos estratégicos, no fomentar la corrupción familiar, no violar la Constitución, no abdicar ni transar con los grandes delincuentes de la Nación, no recibir dinero a cambio de impunidad, no pretender reelegirse.  

No fomentar sistemáticamente el peculado, no complicitarse con el narcotráfico, no reírse de las desgracias ajenas, no subestimar las masacres, no copiar los designios bolivarianos para pretender el despotismo y la dictadura.  

No provocar el hambre, no demoler las instituciones, no manipular a jueces, magistrados y ministros para que se doblen a los caprichos. No asumir actitudes entreguistas ante los verdugos extranjeros, no agacharse cuando sólo le están pidiendo que se siente, como en el caso del agua chihuahuense para Texas. 

No robar, no mentir y no traicionar, aparte de ser una engañifa demagógica y falsa, es vista de este modo una frasecilla hueca, irrisoria, diminuta de lo que ha pasado y todavía puede pasar en este país. 

No robar, no mentir, no traicionar no alcanza para lo que hay qué hacer 

La visión aldeana del slogan lopezobradorista es falsaria y retrechera, ladina y taimada, meteca y rastacuera a más no poder, elusiva de los grandes compromisos que adquiere un individuo cualquiera al jurar cumplir y hacer cumplir la Constitución, al echarse sobre la espalda resolver las desigualdades de 130 millones de mexicanos, cuidar los resultados de la decimoquinta economía del mundo, el valor de la moneda, la subsistencia misma. 

‎Además, no militarizar al país, ni suplir la ley por amañadas consultas insulsas para acostumbrar al ciudadano a someterse a ambiciones dictatoriales; no aceptar sobornos de asesinos ni chantajes de trasegadores, no hacer de las Fuerzas Armadas del pueblo caravanas de protección a capos y criminales; no asumir la cobardía como forma de un gobierno mercachifle. 

No fabricar elecciones de Estado, no atentar contra la libre manifestación de las ideas, no secar los presupuestos de las actividades esenciales para dedicarlos a obras sin destino, no desproteger y vaciar las fuentes de empleo, no desaparecer los fondos para medicinas, salud pública y vacunas infantiles.  

No robar, no mentir y no traicionar no alcanza para todo ello. 

No fomentar la división y el enfrentamiento entre los mexicanos 

Tampoco es suficiente para no crear milicias de mercenarios e incondicionales a partir de los grupos de gavilleros y narcotraficantes, no crear ejércitos paralelos, desarmando a los ya existentes. No destrozar el Pacto Federal ni sustraer los dineros de los gobernadores adversos, perjudicando el desarrollo de los estados de la Federación.  

No fomentar la división y el enfrentamiento entre los mexicanos, no proteger actividades delictivas ni jueces corruptos, ni gobernadores sofisticados y perfumados; aplicar la ley empezando por la propia casa. 

No ser refractario a los avances científicos ni a la investigación tecnológica, promover la cultura popular, no atacar los derechos femeninos, no alentar el feminicidio ni empobrecer al pueblo, no constreñir a los habitantes a la pobreza, ni defender la miseria ni condenarlos al hambre como patrón de vida. 

No encubrir familiares ni favoritos, ni acusar sin pruebas; respetar la presunción de inocencia, los servicios profesionales de carrera, el carácter laico de la política, el decoro de la investidura presidencial, reducida a tiliches viejos y a pantalones orinados.  

No rodearse de colaboradores agachones e inútiles, ni proteger la ignorancia; no consentir la simulación ni la sumisión por prebendas, no apoyar a testaferros y a prestanombres, no proteger el coyotaje en los bienes de primera necesidad, ni los negocios sucios a costa del Estado. 

No alentar la contaminación rechazando las energías renovables, no gobernar con decretitos ñoños, sino en base a la ley y al Congreso, no querer engañar a todos y al mismo tiempo, no perder el respeto del pueblo. No alentar la confrontación ni la guerra civil. 

Debería crearse el Instituto para Quitarle el Poder a los Mamarrachos 

Reducirse a la frase facilona de no mentir, no robar ni traicionar es acatar ciegamente la consigna de primero los pobres, aunque al empleo se lo lleve el diablo. En lugar del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, debería crearse el Instituto para Quitarle el Poder a los Mamarrachos, opinan todos. El político debe tener una más clara y amplia visión de Estado. 

Nada es más fácil que aparentar la grandeza política, en función de reglas de comportamiento que nada tienen que ver con la conducción de una patria. Lo que hay son almas magnánimas grandes y almas chicas que pertenecen al pusilánime, al hipócrita y al traidor emboscado, al que está convirtiendo a México en una república de las cosas menores gobernada por la vaciedad y el resentimiento. 

Para experimentos y fracasos ya no hay camino, ya no tenemos tiempo 

La retórica tramposa e hipócrita del Tartufo de Palacio Nacional debe dar paso a la sensatez y a la escrupulosa obediencia de la ley. Para experimentos y fracasos ya no hay camino, ya no tenemos tiempo. 

La filosofía de la honestidad y del sentido común enseña que ésta no es un conocimiento vulgar, ni superficial, ni una simple suma de prejuicios, sino un sinónimo de sabiduría colectiva, de sano y compartido consenso sobre lo que se debe hacer bien, porque se tiene plena conciencia de que lo es. 

¡Cuántos delitos públicos nos hubiéramos evitado si la aplicáramos, desde la sencillez en el actuar, el sentido común, desde la voluntad de entender y de no estorbar, desde el deseo de transformar sin destruir! 

Una mente chiquita y malévola sólo produce pobreza… y dictaduras.  

¿No cree usted?